11 agosto 2016

UN NAVARRO DE OÑATI




Por edad era, evidentemente, una persona mayor de casi 96 años. Pero nadie que hablara con él podría pensar que estaba frente a un anciano. Se encontraba ante alguien de una vitalidad portentosa, de una capacidad de plantear la realidad –social, económica, política- del mundo y de Euskal Herria sin ningún tipo de complejos. Sonará a tópico pero Juan Zelaia era un hombre rebelde y crítico, joven en una palabra.

Los años le aportaron una capacidad constructiva de la que dio muestras toda su vida. Apoyó prácticamente todas las iniciativas surgidas en nuestro país en apoyo de su lengua, de su cultura, de su actividad política, no entendida al modo cortoplacista de los partidos que actualmente sufrimos, sino en su pleno sentido liberador de una nación sometida, ocupada, en una palabra sin libertad.

Desde el primer momento en que conoció el proyecto Nabarralde se sintió vinculado al mismo con la intensidad e ilusión propias de un joven. Como consecuencia de su implicación y como reconocimiento a su continua labor en pro de las iniciativas que fueran positivas para construir la nación que hoy debe ocupar su lugar en el concierto internacional como sujeto político, como un Estado, recibió en 2014 el Nabarralde Saria en su casa de Oñati.    

Se ha hablado de Juan Zelaia como mecenas de la cultura vasca. El concepto se queda corto para Juan Zelaia. Era mecenas en el sentido de apoyar de modo económico las causas relacionadas con la lengua, la cultura (incluyendo el deporte), la política que posibilitaran su emancipación, pero era mucho más. Participaba en todas las actividades con una enorme ilusión y empuje. No estaba detrás de las actividades que apoyaba, estaba a su frente tomando, en muchas ocasiones, la iniciativa.

Por su origen familiar, Gebara casa gamboina pronavarra por tanto, en la actual Araba; por su nacimiento, vida y, hoy, muerte en un territorio atípico, distinto, independiente en cierto modo, que no se incorporó a la provincia de Gipuzkoa hasta 1845, fue un vasco alejado de los conflictos “provincianos” que tanto mal nos han hecho a los vascos.

Lo que sí defendía Juan Zelaia con energía era su adscripción a Navarra como Estado histórico de los vascos y como perspectiva de futuro de una nación baqueteada por dos potencias imperiales, España y Francia, durante muchos siglos. Demasiados.

Esker anitz, Juan Zelaia.  




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