30 junio 2014

NAVARRA ORIENTAL

Inglaterra conoce Egipto, Egipto es lo que Inglaterra conoce; Inglaterra sabe que Egipto no es capaz de tener autogobierno, Inglaterra confirma que, al ocupar Egipto, Egipto es para los egipcios lo que Inglaterra ha ocupado y ahora gobierna; la ocupación extranjera se convierte, pues, en ‘el fundamento principal’ de la civilización egipcia contemporánea: Egipto necesita –de hecho, exige- la ocupación británica.

Edward W. Said
Orientalismo

Hay una línea de pensamiento que se inicia en el primer tercio del siglo XX con Víctor Pradera y que tiene en la actualidad a Jaime I. del Burgo como principal adalid que afirma con contundencia la vocación española de Navarra. El “ser” de Navarra lleva implícita la españolidad desde sus orígenes históricos en la Alta Edad Media. Su principal valedor histórico fue Claudio Sánchez Albornoz.

Otros piensan que Navarra fue un reino hispano medieval independiente, sí, y que fue ocupado militarmente por Castilla en 1512, también, pero que supo sacar provecho de la “incorporación” que siguió a la conquista y dominio. Que se mantuvo “reino de por sí” dentro de la monarquía española, hasta que por necesidades de la “modernidad” cedió mediante una ley “paccionada” en 1841 su estatus de reino y pasó a ser una provincia, “foral” por supuesto, más de la “nación española”. Juan Cruz Alli y una gran parte del pensamiento conocido como “navarrismo”, avala esta tesis.

El pensamiento carlista aceptó parte de esta teoría, pero consideró como una injusticia “no pactada” la ley de 1841 y pretendió siempre un retorno al estatus foral anterior al Convenio de Bergara de 1839, acontecido tras la derrota de la guerra de los Siete Años. Hacía extensivo este planteamiento a la situación foral de las tres Provincias Vascongadas.

Cuando en el siglo XIX surgen las reivindicaciones nacionales modernas también se expresaron en nuestro entorno. En primer lugar, consistió en la reivindicación histórica y cultural de una Navarra independiente, vasca de lengua y cultura. Fue la Asociación Eúskara de Navarra y no tuvo ninguna concreción política. En este contexto, tuvo mucho más éxito político el movimiento creado por los hermanos Arana Goiri, padres del nacionalismo vasco moderno. En su perspectiva, Navarra era uno de los siete territorios constitutivos de Euzkadi. Todos ellos con una soberanía originaria que fue cedida, mediante pactos, a Castilla en diversas etapas. Estos pactos formaban la base del “Sistema Foral Vasco”.

Hoy en día estamos en condiciones de plantear la realidad histórica de Navarra como el Estado de los vascos. La máxima estructura política que el pueblo vasco ha construido a lo largo de su historia ha sido el reino de Navarra. A través del mismo se forjó su nacionalización, sobre todo durante la Baja Edad Media y el comienzo de la Moderna. Las sucesivas conquistas y minoraciones sufridas han conducido a la actual realidad de una nación, Euskal Herria desde el punto de vista lingüístico y cultural, troceada y desgarrada desde el político. Las fechas que marcan este proceso son: 1200, en la que los territorios occidentales pasaron a manos de Castilla; la de 1512, en la que fue conquistada la Alta Navarra y la de 1620, en la que, a manos de la monarquía francesa, se perdió cualquier resto de soberanía.

Este punto de vista no concibe nuestro país como la suma de “siete provincias”, lo percibe como un conjunto lingüístico y cultural, pero, sobre todo político, vertebrado en torno al Estado de Navarra. Navarra es la denominación política de ese conjunto humano y territorial conocido desde su pertenencia al Imperio Romano como Vasconia. No son siete realidades, es una. Menguada, troceada y enfrentada internamente por los dos imperialismos que históricamente la han ambicionado y terminado por repartirse.

De modo semejante a como Aristóteles afirma, en su Metafísica, que “el ser se dice (o mejor, se entiende) de muchas maneras” nos encontramos con que también “Navarra se entiende de muchas maneras”. Aquí se han expuesto cinco. De ellas, en cuatro se presenta Navarra como lo que es en la actualidad la Comunidad Foral, antes provincia, de Navarra. Es decir que en las cuatro primeras se acepta que Navarra es (el “ser” que diría el estagirita) lo definido y determinado por los imperialismos que la han dominado a lo largo de la historia. Por eso, además de la Comunidad Foral española, tenemos una folklorizada “Basse Navarre” dentro del departamento francés de Pyrénées-Atlantiques.

Si en el texto de E. Said, citado al comienzo, sustituimos “Egipto” por “Navarra” e “Inglaterra” por “España” podemos hacer una reflexión interesante. En efecto: “España conoce Navarra. Navarra es lo que España conoce”. Esto es algo que se percibe con claridad en los cuatro primeros planteamientos. En todos ellos, Navarra es lo que España define como “Navarra”. Es el mismo proceso que denuncia Said en su libro “Orientalismo”. Oriente es un concepto creado por los intereses imperialistas occidentales para moldear los pueblos, países y estados sometidos, de forma que vean su dominación como algo “natural” y que la acepten de buen grado.

Si seguimos, siempre con E. Said: “la ocupación extranjera se convierte, pues, en ‘el fundamento principal’ de la civilización navarra contemporánea”. Hemos rizado el rizo y ya es la propia ocupación la que se erige como legitimadora de la existencia actual de Navarra.

Siempre que se acepte, con la conocida tautología de Del Burgo, que “Navarra es Navarra”, es decir la CFN, se está aceptando el modelo “orientalista”. El modelo de subordinación generado desde España y Francia. Desde su interior es prácticamente imposible alcanzar nuestra emancipación. Para evitarlo tienen preparadas todas, ¡todas!, las trampas legales, paralegales, ilegales; así como cualquier tipo de violencia: simbólica, amenazante o positiva, para evitarlo.

Mientras Oriente siga aceptando su constitución como una construcción del imperialismo occidental y reflejo necesario del mismo, seguirá siendo incapaz de hacer que sus pueblos, sus naciones y sus estados se emancipen según una lógica propia. La lógica de la libertad no impuesta.

Del mismo modo, mientras sigamos percibiendo Navarra como una simple provincia (o comunidad autónoma, tanto da) de España, creada y construida por ella, nuestras posibilidades de emancipación serán muy escasas. Mientras se siga considerando la provincia de Navarra como un “herrialde” más y al resto de “territorios” como otros “herrialdes” definidos según la lógica imperial de España y de Francia, es muy difícil que madure un proceso liberador. Tampoco se podrá tener claro el “sujeto” del evidente “derecho a decidir”. 

La primera condición de libertad es la capacidad de construir un relato propio. Si se acepta el construido por los ocupantes nunca saldremos de la tela de araña en la que nos han envuelto. La “Navarra Oriental” no es Roncal ni tampoco la Alta Navarra de Euskal Herria. Es la Navarra despistada, incapaz de establecer su memoria y relato y, por lo mismo, de emanciparse.

NOTICIAS DE NAVARRA 2014/07/03

DEIA 2014/07/14

04 junio 2014

NOAIN 2014, TIEMPO DE INDEPENDENCIA

En nuestro entorno más próximo hay dos procesos en marcha cuyo objetivo manifiesto es la independencia política de sendas naciones europeas: el Principado de Cataluña y Escocia. La conmemoración, un año más, de la batalla de Noain, en la que el reino de Navarra vio arrebatada la independencia de su parte territorial y demográfica más importante a manos del incipiente imperio español, es un momento oportuno para reflexionar sobre la falta de un proceso similar en Navarra; es decir, una vía orientada a la consecución de su independencia, a la recuperación de su Estado histórico.

Afirmaba Stendhal que “los pueblos no tienen nunca más que el grado de libertad que su audacia conquista sobre el miedo”.y en nuestro país, nuestra nación, parece que el miedo se impone sobre la audacia. El miedo en forma de  no querer llamar a las cosas por su nombre y disimular la radical y democrática reivindicación de independencia tras otras denominaciones más tibias, en el mejor de los casos, o detrás de ninguna en el peor.

Si no tenemos la audacia de reconocernos como sujeto y de fijarnos como principal objetivo político su consecución en forma de Estado propio, nadie nos lo va a reconocer por nuestros ancestros paleolíticos que tan maravillosamente pintaron Altxerri y Ekain, ni por la existencia durante un milenio de un reino independiente que “asombrará al mundo”, ni por la pervivencia de una lengua preindoeuropea sin parientes próximos conocidos. Nada de ello nos servirá, por sí solo, para garantizar nuestra presencia efectiva en el mundo.

La única garantía radica en nuestra voluntad política, en nuestra audacia, en nuestra capacidad de anteponer una perspectiva nacional a las miopes visiones partidistas, en el diseño de una estrategia que sea capaz de hacer frente eficaz y eficientemente a las políticas asimilacionistas y destructivas, formas ya calificadas desde mucho tiempo atrás como imperialistas. Los estados español y francés tienen como objetivo nuestra desaparición del mapa como sociedad diferenciada. No oponer a ese empeño una estrategia propia, equivale a entrar en su juego; y la preeminencia de las opciones partidarias sobre el objetivo de la independencia de la nación es una muestra palpable de ello.

La Unión Europea –Unión de estados, no lo olvidemos-, no va a solucionar ningún problema que nosotros no seamos capaces de plantear y resolver por la única vía como se resuelven los conflictos sociales y políticos: estableciendo la confrontación a nivel estratégico, en el plano de la relación de fuerzas sociales. Muchos pretenden hacerla equivaler a los resultados electorales y esto no es exacto. Los resultados electorales pueden ofrecer tendencias, pero no expresan fielmente la realidad profunda y de largo alcance de la confrontación social, ya que están muy mediados por los aparatos de propaganda de los estados, y alienados por los mecanismos de asimilación del sistema jurídico-político. Son un reflejo pálido y puntual en el tiempo y en el espacio.

Noain siempre ha sido un referente en la reivindicación de que la sociedad vasca nunca ha aceptado por su propia voluntad los procesos de conquista que la han ocupado y troceado a lo largo de siglos. Noain ha sido y sigue siendo un foco de la resistencia del pueblo vasco frente al asimilacionismo hispano-francés. Noain debe ser también una expresión del inicio de la estrategia necesaria, la vía vasca, para avanzar realmente hacia el logro de nuestro único objetivo democrático: la independencia del Estado de Navarra.

01 junio 2014

OSASUNA

Osasuna. La salud. ¡A la suya señores! Osasuna es también el nombre del principal equipo de fútbol de Pamplona. Parece que en los últimos tiempos ambas acepciones del término, como sustantivo y como nombre propio de un club, andan por caminos revueltos.

La salud, el sistema sanitario, sea Osasunbidea u Osakidetza, está sufriendo profundos recortes que repercuten inexorablemente sobre la calidad del servicio que recibe el “paciente”; ¡uy!, ¡perdón! el “cliente”, que es la forma políticamente correcta de denominarlo en la actualidad.

Los recortes han producido estragos en muchos de los servicios que se creían garantizados por el “estado del bienestar”. Y, de modo alarmante, se han cebado en el sistema sanitario. Atención primaria, especialidades, listas de espera crecientes, etc. producen una grave sensación de impotencia y malestar… ¡en el cliente!, que es precisamente aquél de quien decían que siempre tenía razón. Parece que la tenía de bastante más calidad cuando era simplemente… paciente.

No obstante esta deriva sobre el deterioro del sistema sanitario, quisiera hacer una reflexión sobre el contenido del nombre propio. Se ha dicho muchas veces que el Club Atlético Osasuna es el único equipo de Vasconia que participa normalmente en la primera división de la liga española, hasta este año en que ha descendido a segunda, que llevaba un nombre en euskera. En efecto, ni el Athletic, ni la Real (¡vaya título democrático!), ni el Deportivo Alavés tienen nombre vasco.

Parece que los recortes asociados a la crisis, unidos a una gestión pésima, de la que no me encuentro capaz de hablar dada mi nula afición a ese espectáculo de masas que se conoce como fútbol profesional, han provocado su descenso de categoría.

Aprovechando eso de que “a perro flaco todo son pulgas” ahora resulta que Osasuna se ha convertido en el receptáculo de todas las obleas por parte de los sectores que, con pleno autoodio, aborrecen de lo propio. Ya se han escuchado voces que dicen que Osasuna no es lo más importante para Navarra (cosa, por otra parte, cierta), que el equipo de fútbol de una ciudad lleva “normalmente” su nombre (como ejemplos: Sevilla, Salamanca etc.) y otras muestras de menosprecio hacia… ¡Osasuna! Es decir que, por un lado, Osasuna es prescindible y que, por otra, lo obligado es que haya un equipo de fútbol en la Liga española que lleve el nombre de su ciudad, obviamente Pamplona.

Cuando hablamos de fútbol, aquí y ahora, estamos visualizando un mapa, nos estamos sintiendo “acogidos” por lo que ese mapa contiene de nacionalismo, dicen que banal, pero que de banal tiene muy poco. El espectáculo fútbol, “la liga”, es uno de los medios de nacionalización más potente de que disponen quienes controlan el poder en el marco del Estado español.

Incluso esa pequeña motita de polvo que puede empañar su “una, grande y libre” o su “Navarra foral y española”; ese mínimo desajuste que constituye el hecho de que haya tres equipos de fútbol vascos sin nombre vasco y que el único que lo lleva sea el de un territorio que ellos afirman que no lo es, les produce tal desasosiego, lo consideran tan importante desde el imaginario simbólico, tanto español como navarro, que tiene todos los visos de que creen llegada la hora de prescindir del mismo.

Si me pusiera serio diría que, si lo llegan a perpetrar, sería un atentado más (¡y van…!) contra el acervo pamplonés y de todos de los navarros, porque Osasuna es signo de salud, lingüística claro, pero sobre todo de memoria y patrimonio.