09 junio 2012

UNA CONQUISTA INJUSTIFICABLE




Con ocasión del 500 aniversario del inicio de la conquista y ocupación de Navarra por Fernando el Católico, Álvaro Adot nos ofrece un nuevo libro. Su título, “Navarra, julio de 1512. Una conquista injustificada”. Tras su magnífico “Juan de Albret y Catalina de Foix o la defensa del Estado navarro (1483-1517)” de 2005, basado en su tesis doctoral, nos encontramos con otra obra también consistente, basada de igual modo en documentación de la época y muy bien estructurada y centrada tanto en la situación real del reino como en las justificaciones utilizadas por el aragonés en la etapa de su conquista.

La obra consta de dos partes. La primera, en la que el autor hace una sintética y clara descripción de la situación de las potencias implicadas en el momento de la conquista. Resulta de gran interés la exposición que presenta de las guerras y conflictos en los que se vio incurso Fernando de Aragón en Castilla, en la que quedó como regente tras morir su esposa Isabel en 1504. En efecto, el aragonés fue desterrado de Castilla en 1506, para volver a ocupar la regencia en agosto de 1507. Todo ello en un ambiente de gran conflictividad social y política entre los partidarios de su hija Juana (conocida como la “Loca”) y los suyos propios. Adot deja claro el contrapunto que suponía acusar a Navarra de inestabilidad, cuando, durante esta etapa, se caracterizó por su total normalidad. Ese tipo de acusaciones y problemas no se adjudicaron en exclusiva a Navarra; eran, normalmente, simples pretextos para justificar la agresión sobre cualquier reino pacífico. Tal fue el caso de Navarra, Estado neutral en el campo europeo e internamente ordenado, a cuyo dominio aspiraba el Católico, como quedo clara según la documentación que aporta el autor. En este apartado, Álvaro Adot analiza con claridad los vaivenes de las relaciones entre Inglaterra, Castilla-Aragón (ya España en la mente del rey), Francia y Navarra-Bearne, principalmente, y las razones que llevaron a los sucesivos y diversos juegos de alianzas y tomas de posición de sus actores en la política europea del momento.

Uno de los principales atractivos de esta obra consiste en la segunda parte, en la que Adot aporta documentos de gran interés como testimonio de las claras intenciones de Fernando de Aragón de ocupar y hacerse cargo del reino de Navarra, dentro de su estrategia española y europea. El autor incluye varios documentos de la época a los que añade, en texto aparte, sus propios comentarios, en los que contextualiza, a mi modo de ver con gran acierto, lo expresado en los originales.

El primer texto, una autojustificación de la conquista, es una carta escrita por Fernando el 20 de julio de 1512 a su confesor, Diego de Deza, entonces obispo de Sevilla. El segundo, el famoso “Tratado de Blois” de 17 de julio de 1512, sobre el que se han apoyado la mayor parte de quienes han tratado de fundamentar la “justicia” de la conquista y ocupación de Navarra, del que Adot realiza un detallado análisis En este punto resulta de gran interés la comparación que hace el autor entre el auténtico “Tratado de Blois” y la versión propagandística del mismo que hizo correr el propio rey Fernando desde Burgos el 16 de julio, un día antes de la firma del auténtico y concebido como soporte moral e intelectual de la agresión.

El último texto que presenta Álvaro Adot es la narración de la conquista de Navarra escrita por el diplomático, comerciante, político e historiador florentino Francesco Guicciardini, embajador de su patria, Florencia, en la corte del rey Católico los años de 1512 y 1513, es decir durante la etapa de la conquista. Es un texto de gran interés, sobre todo dada la calidad de su autor como uno de los padres de la historiografía moderna. También debe su atractivo a la objetividad con que trata los hechos, dada su relativa lejanía de los intereses que se movieron en el conflicto.

El trabajo en su conjunto tiene un gran atractivo y oportunidad, sobre todo ante el pertinacia mostrada por personas y grupos de interés que siguen presentando como verdades históricas hechos inciertos, cuando no falsos o amañados, como es el caso del texto del tratado de Blois de julio de 1512 utilizado por el aragonés; o la no participación de Navarra en el “Conciliábulo de Pisa” de 1511. También son sugestivos los testimonios que aporta sobre la fidelidad de la mayor parte del bando beamontés a los reyes Juan y Catalina a lo largo de la última etapa de normalidad en el reino. Quienes continúan manteniendo las obsoletas tesis de “incorporación voluntaria”, “pacto entre iguales”, “permanente destino español” o la “prosperidad de Navarra tras la conquista”, quedan inermes ante trabajos como el de Álvaro Adot. Sus posiciones caen como castillo de naipes ante un soplo de viento y, de paso, se airean sus vergüenzas.

  
Referencia bibliográfica

Adot Lerga, Álvaro
“Navarra, julio de 1512. Una conquista injustificada”
Pamplona – Iruñea 2012
Editorial Pamiela

05 junio 2012

LA INGENIERÍA DEL PUCHERAZO


El ‘pucherazo’ era la estafa electoral que conoció su máximo esplendor en la época de la Restauración. Se llevaban papeletas en pucheros, y se sumaban o restaban a la urna a gusto del consumidor. El sabotaje a los comicios electorales tiene en España una larga tradición. Ya lo dijo José Antonio Primo de Rivera: “ser rotas es el noble destino de las urnas”.

En estos días se nos propone un nuevo trastorno en la ingeniería electoral, una ingeniosa perversión de la mecánica política a aplicar en la parte sur de Vasconia. Volvemos al ‘álgebra’ del pucherazo. La modificación del censo electoral es un astuto componente que viene a renovar su fórmula tradicional. Algunos ingredientes de esta sospechosa alquimia vienen de antiguo, como la partición territorial del país, o las ilegalizaciones de grupos políticos, que hacen desaparecer una porción sustancial del electorado, más recientes en el tiempo. En esta ocasión la feliz idea consiste en una alteración de grueso calibre, como es la pretensión de incorporar unas 300.000 personas al censo actual con la excusa de que se tuvieron que ausentar por la “violencia de ETA”. Un incremento de un 13%.

En sí, la condición básica que permite estas ocurrencias es la nula tradición democrática del Estado español. Esto se expresa en dos planos que se condimentan y realimentan. La sociedad española presenta una enorme carencia de cultura democrática; basta recordar la tradición del “¡vivan la caenas!”. Excesos de poder que suponen transgresiones impensables en cualquier sociedad democrática, en España no concitan rechazo social ni castigo electoral alguno. Cierres de diarios, ilegalización de fuerzas políticas, torturas... ocurren sin ningún tipo de inquietud popular. Los gobiernos actúan arbitrariamente con la aquiescencia pasiva de sus súbditos. Crean leyes oportunas o vulneran las existentes con descaro e impunidad.

Esta realidad no es coyuntural o asociada a situaciones puntuales, sino estructural desde el final del absolutismo monárquico a principios de siglo XIX. La sucesión de golpes de Estado o el soporte de las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad a la organización política de su Estado forman un continuo. Un grupo militar puede entrenarse en los lugares de memoria y dolor de los vascos, como Elgeta, y nadie se ruboriza. Una simple patrulla de la Guardia Civil puede asaltar un diario, amañar informes y provocar su cierre para siempre. Aunque luego se reconozca su falsedad, el mal permanece, el cierre es definitivo, no hay ningún tipo de reparación ni indemnización.

Lo grave, pues, no es el pucherazo, sino el sistema corrupto que lo sustenta. Así, la tradición rufianesca del sistema político español es proverbial. Preguntaron a John F. Kennedy por las condiciones que necesita un país para ser democrático y respondió: “Libertad de prensa, separación de poderes, elecciones libres”. Ninguna de ellas se cumple bajo el Estado español. La separación de poderes, base de garantía de cualquier democracia, brilla por su ausencia. Dicho en jerga coloquial: el ejecutivo dirige, dicta o sustituye, según conveniencia, al legislativo; nombra los órganos y marca las decisiones del judicial. Unos encubren a otros, se pasan el cubilete como los trileros. La banca siempre gana. Ya lo decía Humpty-Dumpty: lo que importa es saber quién manda.

La Constitución del Estado español se sostiene en su unitarismo y en un desprecio total a la diferencia, bien sea lingüística, cultural o de otra naturaleza. Como si correspondiera a una nación, a una población homogénea o a un pacto social. Pero la conquista violenta y la asimilación forzada de naciones como la navarra, la gallega o la catalana no se pueden ignorar. En un Estado plurinacional como el español son impensables planteamientos como los que exige una democracia del siglo XXI (según el canadiense Will Kymlicka o el catalán Ferrán Requejo).

Según Requejo, si bien desde las perspectivas liberal y democrática, los principios generales o abstractos no ofrecen dudas, plantean la dificultad del “marco” sobre el que se pretende que alumbren. Es necesaria una tercera aproximación.

Dice Requejo que la clave “nacional establece cuál es la colectividad básica de referencia en la que se aplican o debieran aplicarse las lógicas liberal y democrática. Paradójicamente, este es un tema mucho menos analizado. Resulta sorprendente que la mayoría de las teorías de la democracia no ofrezcan una teoría del demos legítimo. Prácticamente ninguna responde a la pregunta sobre cuál debe ser dicho demos, ni quien debe establecerlo, o si pueden existir varios “demos” en una democracia. No hay teorías elaboradas sobre las fronteras legítimas. Los enfoques que responden estas preguntas no son los liberales ni los democráticos, sino los nacionalistas: el “demos” lo forma la nación. Y todos los estados son nacionalistas. Pero en contextos plurinacionales se dan nociones y valores contradictorios sobre la nación, que producen nuevas interferencias entre las concepciones que pasan por las rendijas liberal, democrática y nacional. Y parece perfectamente legítimo que los “demos” de naciones actuales que no cuentan con un estado propio, como Escocia, Quebec o Cataluña, reclamen la construcción de una democracia liberal propia. El derecho a la secesión de colectivos nacionales forma parte de un refinamiento moral e institucional de las democracias liberales ‘avanzadas’”.

El actual sistema político español hace desaparecer el “demos” vasco (al igual que el francés). En el sentido utilizado por Requejo, el “demos” navarro  es ignorado, la nación vasca queda inerme, sin derechos: los políticos y todos los derivados de la construcción cotidiana de la realidad, como los lingüísticos y culturales. El no reconocimiento del “demos” (vasco o catalán, por ejemplo) implica una radical falta de democracia en dichos sistemas.

El derecho a la existencia del “demos” con todas las implicaciones políticas que exige, como puede ser, la independencia política, el Estado propio, es un elemento estructural imprescindible en una democracia moderna para ser considerada como tal, para pasar la “prueba del algodón”. Su ausencia es lo que permite que el “caldero del druida” en que se cuece el ordenamiento español sea lo que es: una amalgama de elementos absolutistas,  autoritarios, militares, judiciales, corruptos..., aspectos antidemocráticos que determinan la ingeniería del pucherazo como único sistema político en vigor.

PUTXERAZOAREN INGENIARITZA


“Putxerazoa” Errestaurazio garaian ezagun egin zen hauteskunde iruzurra da. Lapikotan eramaten ziren boto-txartelak eta kontsumitzailearen gustura gehitu edo kentzen ziren hautestontzitik. Hauteskundeen sabotajeak tradizio luzea du Espainian. José Antonio Primo de Riveraren hitzak errepikatuz: “apurtuak izatea da hautestontzien patu noblea”.

Egun hauetan, nahasmen berri bat proposatu zaigu hauteskunde ingeniaritzan. Baskonia hegoaldean aplikatu nahi den mekanika politikoaren perbertsio zorrotza. “Putxerazoaren” algebraren alorrean sartu gara berriz ere. Eta formula tradizional honen eraberritzea ekarriko duen osagai maltzurra, hauteskunde errolda aldatzea da.  Alkimia susmagarri honen osagaietako batzuk antzinatik datoz, herrialdearen lurralde banaketa kasu. Beste batzuk berriagoak dira eta hautesleriaren zati handi baten desagertzea dakarte: alderdi politikoen legez kanporatzeaz ari gara. Oraingo honetan berriz, hauteskunde erroldari 300.000 hautesle gehitzea da asmoa (errolda nabarmenki aldatuz), eta horretarako “ETAren indarkeriak” bultzatuta alde egin zutela erabiliko dute aitzaki gisa. Erroldari %13a gehitzea ekarriko du honek.

Funtsean, Estatu espainiarraren tradizio demokratiko ezak ahalbidetzen ditu era honetako burutazioak. Eta hau elkar elikatzen diren bi planotan adierazten da. Espainiar gizarteak kultura demokratikoaren gabezia erabatekoa erakusten du; ¡Vivan las caenas! tradizioa gogoratzea besterik ez dugu honetaz ohartzeko. Edozein gizarte demokratikoan pentsaezinak liratekeen ekintzek ez dute inolako zigorrik edo gaitzespenik eragiten Espainian. Egunkarien itxiera, alderdi politikoak legez kanporatzea, torturak... jendartean inolako artegatasunik eragin gabe gertatzen dira. Gobernuak nahi erara aritzen dira hiritarren onarmen pasiboa dutelarik. Lege berriak asmatzen dituzte eta daudenak lotsagabeki urratu inolako zigorrik jaso gabe.

Errealitate hau ez da aldian aldikoa, edo egoera puntualei loturikoa. XIX. mende hasierako absolutismo monarkikotik datorren errealitate estrukturala baizik. Estatu kolpeak edo indar armatuek Estatuaren antolakuntza politikoari emandako babesa etengabeak izan dira. Militar talde batek euskaldunon oroimen leku batean egiten ditu trebatze ariketak eta hemen ez da inor lotsaz gorritzen. Guardia Zibil patruila batek egunkari bat eraso dezake, informeak moldatu eta betirako itxi. Eta gerora guztia faltsukeria bat izan dela onartzen bada ere, okerra egina dago, itxiera betierekoa da, eta ez dago inolako kalte ordainketarik.

Larria dena berez ez da putxerazoa, berau sostengatzen duen sistema ustela baizik. Hartara, ezaguna dugu espainiar sistema politikoaren tradizio iruzurtia.  John F. Kennedyk halaxe erantzun zuen herrialde batek demokratiko izateko zein baldintza behar dituen galdetu ziotenean: “Prentsa askatasuna, botere banaketa, hauteskunde libreak”. Hauetako bat bera ere ez da ematen Estatu espainiarrean. Botere banaketa, edozein demokraziaren oinarria, ez da inon aurkitzerik. Hizkera arrunta erabiliz: betearazleak legegilea zuzendu, aginduak eman eta batzuetan ordezkatu ere egiten du bere nahietara; judizialaren organoak izendatzen ditu eta bere erabakiak markatu. Batak bestea zuritzen du, godaleta bata besteari pasatu, trileroak bailiran. Bankua beti da irabazle. Humpty-Dumptyk zioen bezala: nork agintzen duen jakitea da garrantzitsuena.

Espainiar Estatuaren Konstituzioa bere unitarismoan eta ezberdintasunekiko (linguistikoa, kulturala eta abar) erabateko mespretxuan sostengatzen da. Nazio bati, biztanleria homogeneo bati edo paktu sozial bati balegokio bezala. Baina nazio nafarraren, galiziarraren edo katalanaren indarkeriazko konkista eta asimilazioaren aurrean ezin dugu ezjakinarena egin. Espainiarra bezalako Estatu plurinazional batean ez dute balio XXI. mendeko demokraziaren planteamenduek (Will Kymlicka edo Ferrán Requejo katalanak azaldu duten bezala).

Requejok aditzera ematen duenez, ikuspegi liberal eta demokratikoek aurkeztutako printzipio orokorrek zalantzarik planteatzen ez duten arren, “markoak” zenbait zailtasun agertzen ditu. Hirugarren aukera bat behar da.

Requejoren esanetan klabe nazionalak zehazten du zein talderi aplikatuko zaion logika liberal eta demokratikoa. “Paradoxikoki, gai hau ez dago batere aztertua. Harrigarria dirudi teoria demokratikoen gehiengoak “demos” legitimoaren teoria ez azaltzea. Muga legitimoen teoria egituratuak behar ditugu. Galdera hauei erantzuna ematen dieten ikuspegiak ez dira liberalak edo demokratikoak, nazionalistak baizik: nazioak osatzen du “demos”-a. Eta estatu guztiak dira nazionalistak. Baina testuinguru plurinazionaletan nazioari buruzko balio eta ideia kontrajarriak ematen dira, eta hauek ikuspegi liberal, demokratiko eta nazionalaren artean interferentzia berriak sorrarazten dituzte.  Zentzu honetan, ulergarria da berezko estaturik ez duten nazioen “demos” horiek (Eskozia, Quebec edo Kataluniaren kasuan esaterako) demokrazia liberal propio bat sortu nahia. Talde nazionalen bereizketarako eskubidea demokrazia liberal “aurreratuen” fintasun moral eta instituzionalaren parte da”.

Egungo sistema polítiko espainiarrak “demos” euskalduna desagerrarazten du (frantsesak egiten duen bezala). Requejok darabilen zentzuan, “demos” nafarra baztertu egiten da, nazio euskalduna babesik gabe geratzen da, eskubiderik gabe: ez politikoak eta ez eguneroko errealitatearen eraikuntzatik eratortzen direnak, linguistikoak edo kulturalak kasu. “Demos” hauen onarpen ezak (euskalduna edo katalana adibidez) sistema hauen errotiko demokrazia falta uzten dute agerian.

Demokrazia moderno batek “kotoiaren froga” gainditu dezan – hau da, demokrazia legitimo gisa onartua izan dadin – “demosaren” izatearen eskubidea (eta horrek dakarren ondorio politiko guztiak, hots, independentzia politikoa eta berezko Estatua) onartzea ezinbesteko elementua da. Elementu honen gabezia da hain zuzen antolamendu espainiarraren izaera definitzen duena: elementu absolutista, autoritario, militar, judizial, ustelen nahaste-borrastea. Eta elementu antidemokratiko hauek guztiek daramate putxerazoaren ingeniaritza indarrean dagoen sistema politiko gisa ezartzera.

Angel Rekalde / Luis María Martínez Garate

01 junio 2012

LA CONQUISTA DE NAVARRA PARA PROPIOS Y EXTRAÑOS

El conocido periodista, economista y escritor, navarro de Gordexola, Joxe Erramun Bustillo Castrexana acaba de publicar de la mano de la Editorial Txertoa su contribución al recuerdo de la conquista y ocupación de Navarra hace 500 años, en 1512. El título, "Guía de la conquista de Navarra en 12 escenarios" indica ya el objetivo de su publicación. Es una guía histórica con soporte en 12 "lugares de memoria" de los navarros y que tiene, al mismo tiempo, algo de guía turística. Es un trabajo que puede servir a los autóctonos, olvidadizos en tantas ocasiones de los episodios fundamentales de su pasado, para que ubiquen en tiempo y lugar unos acontecimientos fundamentales de su historia, así como a los foráneos que se acerquen a conocer nuestra gente y nuestras tierras con voluntad de saber algo más que los tópicos al uso de los prospectos editados por el llamado Gobierno de Navarra sobre su "Comunidad Foral" y española.

El texto de Bustillo incluye lugares decisivos en la historia, pero que en la actualidad se encuentran fuera del territorio que quedó, a la fuerza, formando parte de la monarquía española y que, ya en el siglo XIX, constituyó la Provincia de Navarra (Foral, eso sí, pero sin Cortes, sin tribunales de justicia, sin Cámara de Comptos, sin moneda...). Así, aparecen Hondarribia como último baluarte de un Estado independiente hasta 1524, por lo menos en el sur del Pirineo, Lescar en tierra de Bearne donde se encuentran sepultados los reyes navarros que mantuvieron el testigo de un reino independiente entre la Baja Navarra y el Bearne hasta un siglo más tarde, cuando el Rey Luis XIII de Francia proclamó en 1620 el Edicto de la Unión que suprimía su independencia, aunque los seguía considerando como "territorios forales". En 1789, la llamada Revolución francesa suprimió cualquier vestigio foral de Navarra y Bearne, si, pero de Laburdi y Zuberoa, también.

Los sitios citados se encuentran en el hinterland navarro y tienen poderosas razones para aparecer la obra de Bustillo como "lugares de memoria", pero hay uno que puede descolocar a algunos lectores del libro: se trata de Atienza, el castillo de Atienza, como prisión alta seguridad en la que tras el fracaso del segundo intento de recuperación del reino en 1516, fueron encerrados varios prohombres navarros, entre los que el más importante políticamente era el mariscal Pedro de Navarra, pieza fundamental de la resistencia a la conquista y la ocupación española. El mariscal de Navarra, Pedro, fue posteriormente trasladado a Simancas donde murió, en extrañas circunstancias, en 1522.

De entre los escenarios presentados por Joxerra Bustillo hay uno que desde el punto de vista cronológico es anterior a la etapa de la conquista. Se trata de Viana a cuyas puertas murió, fue asesinado, el hijo del Papa Alejandro VI y cuñado de los reyes de Navarra, César Borja (más conocidos en la literatura española e italiana como Borgia) por sicarios del Conde de Lerin, durante el sitio que soportaban en dicha ciudad por las tropas leales a Juan y Catalina de Albret. Digo Borja en vez de Borgia ya que su familia, valenciana, procedía del Campo de Borja y su apellido se mantuvo así entre los Borjas valencianos, como San Francisco de Borja, general que fue de la Compañía de Jesús. El apellido fue italianizado por la implicación de su familia en los conflictos de Italia, del Roma en particular. donde dos Borjas llegaron a ser papas. Alonso de Borja como Calixto III (1455-1458) y Rodrigo de Borja como Alejandro VI (1492-1503).

El resto de escenarios aunque responden a la iconografía tradicional de otros análisis de esta etapa: Pamplona, Tudela, Estella, Garazi, Belate, Xabier y Marcilla, Noain y Amaiur, no dejan de ser de interés parejo.

Cada capítulo va acompañado de una información adicional de gran utilidad en la que Bustillo indica lugares concretos a visitar e incluye páginas web de interés desde el punto de vista histórico, patrimonial, paisajístico y turístico por supuesto.

La obra incluye tres apartados que suponen un gran acierto de la edición a la hora de centrar a los lectores. Uno de ellos consiste en una lista alfabética de personajes con su correspondiente biografía breve, se trata de "Quién es quién en la conquista". El segundo es una cronología de la misma, también muy útil al lector. El tercero contiene una bibliografía fundamental y bien elegida.

Si algo se puede echar en falta serían dos o tres mapas en los que se indicara, con sobriedad,  los movimientos militares correspondientes a las tres fases de la Guerra de Navarra desde 1512 hasta 1530, en la que los españoles abandonaron Ultrapuertos donde, junto con Bearne los reyes Albret y después borbones siguieron reinando hasta 1620.

En resumen, se trata de un trabajo divulgativo, pero al mismo tiempo de gran rigor e interés, sobre todo para quienes efectúan un primer acercamiento a la convulsa etapa que había iniciado el Imperio español, con Granada, Canarias, Italia,  las Américas y, como pieza de gran trascendencia (sobre todo para los vascos del siglo XXI), el reino de Navarra.

Reseña bibliográfica:

Joxerra  Bustillo Kastrexana
"Guía de la conquista de Navarra en 12 escenarios"
Donostia 2012
Editorial Txertoa