12 febrero 2009

UNA MIRADA SOBRE PORTUGAL

A raíz de una excursión por el río Duero en su transcurrir entre los estados español y portugués, por la zona conocida como “Arribes del Duero”, y siguiendo hasta su desembocadura en el Atlántico, en Oporto “el puerto”, comencé el verano pasado la lectura de los dos libros en portugués que reseño al final de esta reflexión. Los he terminado a lo largo del resto de 2008, junto con alguna novela de Eça de Queiroz que no había leído todavía. Durante el recorrido por la zona de arte rupestre paleolítico de Foz Côa, muy interesante, la guía que nos condujo a admirar los grabados en las rocas de la ribera del río Côa, comentó que la obra más interesante de Eça era, en su opinión, “La ciudad y las sierras”. La leí con el mismo interés que antes había leído “Los Maias” y, a continuación, “La ilustre casa de Ramírez”.

Una de las primeras cuestiones que se plantean al hablar sobre Portugal desde el Estado español es el porqué de la tremenda ignorancia que tienen los españoles de la historia, lengua y cultura de su país vecino. Tal ignorancia se ve acompañada, normalmente, de un cierto menosprecio. Un ejemplo clamoroso se encuentra en los mapas meteorológicos que ofrecen las televisiones españolas, “olvidan” Portugal sistemáticamente; su mapa es sustituido por una mancha blanca en la que no puede ocurrir ningún tipo de fenómeno, ni atmosférico siquiera. También es cierto que, a la inversa, suceden fenómenos similares aunque no idénticos. En efecto, en cualquier lugar turístico de Portugal se puede encontrar la información necesaria en inglés, francés o italiano, pero es raro, muy raro, encontrarla en español.

El origen del Estado portugués es más tardío que otros de Europa como el franco, pero también que el navarro o que el astur-leonés, por hablar de reinos ubicados, en parte al menos, en la Península Ibérica. Data de los siglos XI-XII. Por el contrario, su proceso de “nacionalización” por parte de su Estado es muy precoz. En este sentido, es significativo el hecho de que en tan temprana fecha como 1296 adopta la lengua vulgar en documentos oficiales. Hay historiadores portugueses que afirman que Portugal como nación fue creada por su Estado, ya que, en la práctica, no tenía un sustrato lingüístico o cultural previo; su identidad fue “construida” desde la organización política. Considero difícil que la realidad fuera tan radical, pero parece que tampoco falta razón a quienes afirman tal cosa.

En el mismo sentido, la victoria de Aljubarrota contra Castilla (1385) se propone como fecha para indicar el fin de la Edad Media y el origen o base del Estado moderno. Este triunfo supuso un acto de afirmación nacional y para Portugal es su fecha fundacional, marcada siempre por su conflictiva relación con Castilla y, posteriormente, con España.

Las ambiciones expansionistas de Castilla en su salida, muy posterior en el tiempo, de la Edad Media a finales del siglo XV, la llevaron no sólo a culminar la “reconquista” contra los musulmanes con la ocupación el reino de Granada, sino a iniciar su expansión transatlántica, comenzando por las Islas Canarias y continuando en América. Del mismo modo actuaron en Europa, con la conquista y ocupación de estados estratégicos como Navarra o partes importantes de la Península Itálica, con con la hipotética excusa de su “peligroso apoyo” a Francia. La expansión imperial portuguesa por oriente fue más comercial y menos territorial que la castellana en Europa, Canarias y América. No obstante, una vez en conflicto con Castilla en América, Portugal construyó el imperio brasileño, aunque con unas características bastante diferentes, en algunos sentidos por lo menos, del español.

Tras la muerte del último descendiente de la Casa de Avis, el Cardenal Enrique, en 1580, el rey español Felipe II se consideró con los “mejores derechos” para reinar en Portugal. Un ejército español, bajo mando del duque de Alba, invadió las tierras lusas (1580-1581), tomó Lisboa y derrotó en la batalla de Alcántara (1580) al prior de Ocrato, sobrino de Enrique, quien se refugió en la corte de Francia. Felipe II se trasladó a Lisboa y, en las cortes de Tomar (1581), fue reconocido rey de Portugal. ¿No suena todo lo anterior a un proceso muy conocido entre nosotros, que tuvo lugar aproximadamente setenta años atrás?

En historia hay que evitar las visiones finalistas, ya que constituyen un riesgo peligroso. Podemos pensar que Portugal es hoy un Estado porque ese era su destino histórico. Lo mismo se puede decir de quienes creen que el destino histórico de Navarra era su incorporación y pertenencia a España. Ninguna de ambas afirmaciones es cierta. Tan Estado era Navarra como Portugal; ambos perdieron su independencia a manos de Castilla-España. Los portugueses lograron recuperarla a mediados del siglo XVII, Navarra todavía no lo ha conseguido.

Dentro del proceso de expansión política de Castilla durante los reinados de la Casa de Austria, sobre todo con Felipe IV y su valido el Conde-Duque de Olivares, se produjo un intento de uniformización de la monarquía española, que, tras la unión dinástica de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (y Cataluña), había adoptado una apariencia “federal”. En la misma época, a mediados del siglo XVII, la situación europea era muy convulsa. El centro de Europa se vio sacudido por la “Guerra de los Treinta años“, guerra con un fuerte componente religioso, pero sobre todo político por el control sobre los estados alemanes.

En el difícil equilibrio del siglo XVII, Portugal, que no había renunciado a su independencia, y Cataluña, que la veía peligrar gravemente, se enfrentaron a Castilla. Como resultado de todos estos conflictos se obtuvo, por un lado, la victoria de Portugal sobre España y su emancipación, y la derrota de Cataluña y su partición entre España y Francia (el Rosselló y la Cerdanya pasaron a manos francesas), por otro. Esta derrota constituyó el preludio de lo que fue el desastre acontecido tras la “Guerra de Sucesión” española, producto de la desaparición del último rey Austria a comienzos del XVIII y la entronización de los borbones en la monarquía española con sus “Decretos de Nueva Planta”. A través de los mismos se suprimieron las instituciones políticas catalanas y valencianas y se produjo una muy fuerte persecución contra su lengua y cultura. Por último, “last but not least”, en 1648 se firmó la Paz de Westfalia que dio lugar, en cuanto a sus contenidos, atribuciones y competencias, al sistema de estados europeos vigente en gran parte hasta nuestros días.

La sociedad portuguesa del XVII mostró tener una gran vitalidad. Un ejemplo, prácticamente desconocido entre quienes hemos sido “educados” en el sistema español, lo constituye la personalidad fuera de serie de Antonio Vieira. Vivió casi 90 años, todos ellos dentro del siglo XVII, la mayor parte del tiempo en Brasil, donde fue defensor infatigable de los derechos de los indígenas y combatió contra su explotación y esclavización. Participó activamente en la política portuguesa y siempre defendió a los judíos. Fue un gran escritor barroco y miembro de la Compañía de Jesús. Una vez más encontramos el olvido, o menosprecio, español por lo portugués.

La “Ilustración” portuguesa del XVIII entró de lleno en el estándar europeo, sobre todo con la personalidad del Marqués de Pombal, también prácticamente desconocido desde España. Otro aspecto relativamente poco conocido fue la emancipación de Brasil. No fue producto de guerras de liberación como el caso de las colonias españolas. Los procesos revolucionarios del Portugal de principios del siglo XIX provocaron la huida de la monarquía a Brasil. De algún modo, la colonia dejó automáticamente de serlo, en ella se instaló el aparato del Estado y se convirtió en metrópoli. Cuando se restauró la monarquía en Portugal, Brasil siguió su propio camino independiente sin mayores traumas.

Los siglos XIX y XX supusieron una gran decadencia para Portugal y el abandono de las señas de identidad que habían caracterizado positivamente su cultura. Su colonialismo en Angola y Mozambique se fue transformando en un elemento retardatario social, cultural y políticamente. El retraso económico era manifiesto. El muy largo régimen autoritario de Oliveira Salazar en el siglo XX culminó este proceso. La necesidad de modernización y racionalización del salazarismo llevó a que los militares encabezaran la llamada “revolución de los claveles“, ocurrida en 1975, y una de cuyas primeras decisiones fue la descolonización de sus posesiones en África.

Siempre se ha dicho que para saber de los entresijos de una sociedad es imprescindible conocer las obras literarias, novelas sobre todo, que se han escrito sobre la misma. Para conocer Portugal y su sociedad, tal y como se percibía a finales del siglo XIX y principios del XX, es necesario leer a Eça de Queiroz. Tanto sus primera obras (“El primo Basilio”, “El crimen del padre Amaro”, por ejemplo) como las más reflexivas sobre la identidad portuguesa citadas al comienzo.

En Portugal encontramos la realidad de una nación hermana que ha sufrido conflictos, semejantes a los nuestros en unos casos y diferentes en otros, pero que siempre ha tenido el mismo enemigo principal: el sistema político castellano y su heredero, el español. España se ha desinteresado y ha menospreciado a Portugal, pero nosotros no debemos olvidarlo. No sólo no somos españoles, sino que España ha realizado todos los esfuerzos que ha tenido en su mano para lograr nuestra desaparición y asimilación. Portugal tuvo, históricamente, una sociedad fuerte, una cultura política influenciada por la británica y, por lo mismo, democrática, y una conciencia nacional muy profunda. Nos puede servir de ejemplo y elemento de reflexión para encarar las tareas que debemos afrontar para lograr ocupar de nuevo nuestro puesto, en Europa y en el mundo, como sujeto político, como Estado libre.




LECTURAS

Sobre historia de Portugal:

Birmingham, David. “Historia de Portugal”. Cambridge 1995. Cambridge University Press.

Oliveira Marques de, A. H. “Breve história de Portugal”. Lisboa 1995. Editorial Presença.

Una reflexión sobre la identidad portuguesa:

D’Oliveira Martins, Guilherme. “Portugal. Identidade e diferença”. Lisboa 2007. Editorial Gradiva.

Obras de Eça de Queiroz:

Existen muchas versiones de las obras de Eça en español, algunas fáciles de conseguir, otras no tanto. En cualquier caso, las bibliotecas públicas suelen tener bastantes títulos.

08 febrero 2009

LA SANTA CULPA

Es un ejercicio muy interesante leer una novela negra construida sobre una realidad de la que el lector ha sido partícipe directo; sobre todo si las situaciones que se ofrecen resultan familiares. Si a ello se añade una trama verosímil y un nivel se suspense más que aceptable, el resultado es un trabajo consistente y de lectura fácil y agradable. Si, además, está muy bien escrita ya se cierra el circuito. En resumen, en “La santa culpa” se encuentran todos los elementos que definen un producto de calidad.

El asunto se centra en la muerte por envenenamiento (¿asesinato?, ¿suicidio?) de un miembro supernumerario del Opus Dei, en el despacho del Vicario en el momento en que, tras meditada reflexión, había decidido abandonar la Obra.

Los personajes además de responder de modo consistente a los esquemas previsibles dentro de la trama, tienen una coherencia bien conseguida. La figura del matrimonio de supernumerarios “obligados”, si quieren hacer uso del sexo de modo habitual, a la generación de vástagos de manera sistemática, al margen de los problemas que pueda sufrir la mujer. Las personalidades de los directores espirituales respectivos y del, primero, Consiliario y, más tarde, Vicario del Opus Dei, el vallisoletano don Nuño Sancho Núñez de Cogullada y Sánchez de Fuenterrebollo, están bien construidas. Las de los hijos del matrimonio, también. Sobre todo Gabriela, la hija sorda, que, por lo mismo, nunca podrá acceder al estatus de miembro de la Obra.

El modo de funcionamiento interno del Opus Dei pienso que está reflejado por un autor que ha vivido muy próximo (¿dentro?) de la organización. El eje central de la novela es, precisamente, la prioridad de la organización y su supervivencia y éxito, por encima de las situaciones y problemas personales, sean internos o externos a ella. La metáfora que ofrece Mengual del pulpo que puede prescindir de uno de sus tentáculos para sobrevivir, con conciencia además de su posterior regeneración. Ningún escándalo debe alcanzar a la organización, caiga quien caiga en el camino.

Los problemas cotidianos de todos los personajes están muy bien expuestos. La personalidad de Maristany, el inspector de policía encargado del caso, antiguo miembro del Opus Dei, del que salió “por piernas” y sin dar explicaciones, y completamente escéptico está bien reflejada.

En mi opinión, la figura más entrañable resulta la del médico, socio numerario del Opus Dei, que certifica el fallecimiento por envenenamiento con cianuro, a pesar de las presiones de su superior jerárquico, fiel a la prioridad de la verdad y del juramento hipocrático.

La novela está escrita en el idioma del autor, en catalán, y un guiño interesante de la misma consiste, en mi opinión, en el hecho de que por encima de cualquier planteamiento personal e ideológico, don Nuño Sancho Núñez de Cogullada y Sánchez de Fuenterrebollo, español de primera división, aprenda y utilice el catalán con “normalidad” en la labor pastoral con su rebaño en Cataluña.

Una novela interesante para las personas que han conocido de cerca la "obra de Dios", pues verán aparecer usos y costumbres ajenos al "siglo" pero practicados por sus miembros con fervor. Para los que no lo conocen es una narración con trama atractiva y que les puede poner sobre aviso, por si alguna vez llegan a estar próximos.

Mengual i Casellas, Vicenç
“La santa culpa”
Barcelona 2009. Ediciones La Busca