26 enero 2009

UNA FÁBULA DE MÚSICA

A modo de hipótesis podemos suponer que nos encontramos durante el frío invierno de 1988 en Riga, capital de Letonia, nación que en aquel momento formaba parte obligada de la también fría URSS. Supongamos también que una orquesta vasca en gira por la URSS acompañada de una de sus solistas vocales de más calidad y prestigio y dirigida por una joven, y también excelente, batuta ofrece un concierto en el auditorio más importante de Riga.

Imaginemos un concierto de música clásica centroeuropea interpretado magníficamente. Sinfonías de Mozart y Haydn y arias de óperas se suceden y entrelazan ante una gran recepción por parte del público. Este aplaude a rabiar y los bravos surgen con fuerza de muchas gargantas presentes; se repiten las salidas y saludos de solista y director.

El público, expectante, hace silencio ante la intervención del director que va a presentar la primera "propina". Rompe a hablar en un ruso perfecto y dice, poco más o menos:

"Aprovechando que estamos de gira por Rusia y en honor al público vamos a ofrecer un bis de música rusa".

La orquesta ataca las "Danzas de los Pólovtsy" o "Danzas Polovotsianas" de la ópera "El Príncipe Igor" de Borodin. Nacionalismo musical ruso en estado puro, eso sí, épico y de una gran fuerza.

A continuación la solista, expresándose en un ruso más que aceptable, dice que va a cantar un aria de la ópera "Ruslán y Liudmila" de Glinka, música también espléndida y bellísima, asímismo expresión poderosa del gran nacionalismo ruso.

¿Se lo pueden imaginar, queridos lectores? A mi me resulta difícil de creer que la falta de respeto de los intérpretes por el público presente en Riga alcanzase tal nivel de menosprecio. También me hubiera resultado extraño, por parte de este último, una reacción de delirio enfervorizado por las obras interpretadas. Más me hubiera cuadrado un silencio, entre despectivo y respetuoso, por alta que hubiera sido la calidad de la interpretación.

Colocando los términos en nuestra próxima realidad, poniendo que el lugar de la actuación no era Riga sino el Kursaal de Donostia el pasado día 25 de enero, que la orquesta era la de Cámara de Basilea, el director, Karel Mark Chichon, la solista, la mezzosoprano letona Elïna Garança. La gira, según el director Chichon, era "por España" y "en honor al auditorio español" presente en la sala, interpretaban los correspondientes bises de J
Giménez, el primero, con orquesta sóla y de Chapí, el segundo, con la participación de la mezzo Garança, tras presentar ella misma la pieza.

Pensando en la hipotética situación en Riga que he planteado al principio, pasé dolor y vergüenza, ajena y propia. Pocos años después de 1988, Letonia se independizaba de la URSS y recuperaba su propio Estado. A partir de ese momento estoy convencido que escuchan con mucho más alegría y despreocupación la música rusa, por nacionalista que fuere.

Estoy deseando de poder hacer lo mismo con la música española, que la hay magnífica, y que, además, me gusta. Pero para eso pienso que necesitamos el respeto de los demás, para lo que es necesario, en primer lugar, el propio. Elementos necesarios son la autoestima y el destierro de los complejos a que nos inducen cotidianamente.

Por otra parte, el concierto fue realmente de fábula. Una maravilla tanto la orquesta como el director Chichon y la mezzo Garança, musicalmente hablando, claro está. Sobre todo dentro del programa previsto. Espero, cuando seamos independientes y disfrutemos de nuestro propio Estado, poder gozar con estos mismos bises o de otros cualesquiera y de cualquier sitio, siempre que sean buenos, estén bien interpretados y no pretendan ningunearnos ni adoctrinarnos.

20 enero 2009

HISTORIA DEL AGUA

Pocas veces tenemos oportunidad de acceder a un trabajo tan interesante, de una parte por el asunto del que trata y de otra por su contenido en sí, y de tan bella factura, como el presentado recientemente por la Fundación Kutxa. Se trata de “Uraren historia” / “Historia del agua” escrito al alimón por Ana Azpiri Albístegui, doctora en Historia del Arte y profesora de Composición Arquitectónica en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del País Vasco y Alberto González Sarmiento, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y profesor del Departamento de Ingeniería de Mecánica de Fluidos de la Escuela Politécnica de la Universidad del País Vasco.

El protagonismo de la obra recae indiscutiblemente en la histórica y permanente relación amor-necesidad y odio-respeto entre el agua y la humanidad, por un lado y los anhelos de dominio que secularmente ha ejercido sobre la misma el ser humano.

El agua es un elemento esencial para cualquier forma de la vida. Incluso las bacterias, seres vivos capaces de desarrollarse en entornos casi impensables de temperatura, ausencia de oxígeno y presencia de elementos “venenosos” (para cualquier animal, obviamente), necesitan en su medio la presencia del agua. No en vano un altísimo porcentaje de la composición de cualquier ser vivo, por supuesto también de las bacterias, es agua. En los vegetales puede ser hasta un 95% y en los animales está en la horquilla del 60-80%. En nuestra especie, Homo sapiens sapiens, se encuentra entre el 65 y el 75%.

La llamada “revolución neolítica”, iniciada hace aproximadamente 10.000 años, supuso el cambio cualitativo más importante ocurrido en la historia de la humanidad. El agua, elemento necesario para cualquier ser vivo, lo era también y en proporción semejante para los humanos, hasta que surgió y se desarrollo, con el Neolítico, la agricultura. La explotación intensiva de vegetales para consumo de las personas y forraje de los animales domésticos exige un importante control de los flujos de agua para el riego de las tierras cultivadas. El aprovechamiento de los cauces fluviales, de los acuíferos subterráneos o, sencillamente, del agua obtenida directamente de la lluvia o nieve, exigió que el ingenio de Homo sapiens sapiens se aguzara a niveles hasta entonces insospechados. Sistemas de regulación y conducción del agua, presas, y canales y otros, muchos y variados, sistemas surgieron muy tempranamente.

Dicha revolución supuso también un cambio en el modo de organizar el hábitat humano. De una existencia sin residencia estable, según las necesidades y recursos efectivos de caza, pesca o recolección, se pasó a una vida sedentaria, con asentamientos fijos. En la mayor parte de los casos eran sobre tierra firme, pero en muchos otros, en lugares cercanos al mar, ríos o lagos, propició su ubicación en alojamientos sobre la propia agua. La explotación pesquera se podía realizar de modo más sencillo, sobre todo si las condiciones de vida sobre tierra firme eran insalubres o peligrosas.

Los asentamientos neolíticos propiciaron, asimismo, la creación de ciudades y territorios controlados por determinadas elites. El control sobre el espacio, las poblaciones y el excedente generado por las explotaciones agrícolas, llevó a disputas entre territorios, a conflictos y a guerras. En estos casos, los ríos podían suponer obstáculos insalvables tanto para el ataque como para la huída. Los puentes fueron muy pronto un elemento básico en las sociedades neolíticas.

Cuando los humanos se aventuraron a recorrer ese infinito espacio que es el mar, por lo menos tal como se percibe desde “tierra”, y se percataron de los peligros que acarreaba, descubrieron una forma práctica de orientar, desde la costa, a los viajeros marítimos mediante la invención del faro.

De todo esto, de muchas más cuestiones y de su evolución en las diversas etapas del desarrollo de la humanidad desde el neolítico, nos habla este libro. Es interesantísimo, por lo menos para mí que los desconocía, el primer capítulo dedicado a los “qanats”. Tales sistemas de conducción subterránea desde acuíferos lejanos hasta lugares cultivados en zonas en que, por las condiciones del clima, una conducción superficial llevaría a su evaporación rápida y, por lo mismo, al desastre total, son un prodigio tecnológico adaptado a su entorno.

Resulta ilustrativa la consideración que hacen los autores sobre dos de los innovadores glosados en la obra. Se trata de los casos de Turriano y Foix, ambos arruinados tras la consecución de sus proyectos por falta de apoyo público. El primero, con su ingenio para abastecer de agua a Toledo desde el cauce del río Tajo, con un desnivel a salvar de más de cien metros. El segundo, por la construcción del faro de Cordouan en la peligrosa desembocadura del Garona en Burdeos. En ambos casos se percibe el escaso reconocimiento público de personas con afán innovador en beneficio de su propia sociedad.

Todos los asuntos que trata son de gran interés y están muy bien tratados, pero no alcanzo a entender su orden. No percibo una clasificación por temas. Por ejemplo: el tratamiento de los palafitos se encuentra en dos capítulos; además, las más modernas casas construidas sobre el agua se presentan en un capítulo diferente. De la misma manera, los faros son expuestos en dos capítulos distintos. Un caso análogo sucede con el tratamiento de puentes y viaductos, sobre los que se habla en varios títulos separados y distantes entre sí. Tampoco aprecio, a primera vista, un tratamiento según un orden cronológico o geográfico. En resumen, echo en falta en la obra una explicación del modo cómo está organizada la exposición de los asuntos tratados.

El material gráfico, mapas, esquemas y fotografías son buenos, lo que ayuda mucho a la comprensión y asimilación de los textos. Se agradecen también tanto el glosario como los índices finales. La presentación del libro es hermosa. La portada en la que aparecen, en forma de holograma, el título y autores en euskera y español, es sobria y bien diseñada. La maquetación; el papel y la impresión son de gran calidad.

He encontrado, en la página. 167, lo que en mi opinión es una pequeña errata, Cuando tratan sobre Yerabatan y Fedala, templos de agua, se habla de “una forma curva cuyos perfiles son hipérboles”. En la misma página, en el comentario de la imagen, se presentan como “hiperboloides” de una sola hoja. Pienso que realmente su forma será de “hipérbolas” o “hiperboloides”, pero no “hipérboles”.

La perspectiva del libro en su conjunto oscila entre el optimismo tecnológico, en el que se percibe la mano del ingeniero, y una visión más ligada al paisaje, en la que se manifiesta indudablemente la historiadora del arte. En mi opinión se trata de una obra de referencia necesaria para cualquiera que quiera exponer la relación entre el agua y las sociedades humanas.


Azpiri Albístegui, Ana
González Sarmiento, Alberto
“Uraren historia. Ur-ingeniaritzen eta ur-arkitektuaren proiekto handiak”
“Historia del agua. Grandes proyectos de ingeniería y arquitectura del agua”
Donostia-San Sebastián 2008
Fundación Kutxa