29 agosto 2007

CÓMO DIVULGAR (BIEN) LA SELECCIÓN NATURAL

La teoría de la evolución de los seres vivos es evidentemente anterior a Charles Darwin. Sin apartarnos de su familia, su abuelo Erasmus ya planteó una aproximación bastante seria a la misma. El principal aporte previo a Darwin lo constituye el del naturalista francés de principios del siglo XIX Jean-Baptiste Lamark.

Para cuando entre los años 1831 y 1836, Darwin realizó el viaje en torno al mundo, viaje que marcaría su destino y el de la Biología como ciencia, en el Beagle, la evolución de los seres vivos era un dato adquirido para una parte importante de los ámbitos científicos.

La gran aportación de Darwin fue la del descubrimiento del “modo” por el cual se produce la evolución, del mecanismo que posibilita que tal hecho ocurra y, en resumen, el que se pueda explicar de forma natural, sin intervención de ningún diseñador externo, la asombrosa variedad de especies que han existido o existen en nuestro Planeta.

Este mecanismo se conoce como “selección natural”. Consiste, aproximadamente, en que cuando un ser vivo sufre una “variación” con relación al resto de los de su especie, si esa alteración es acorde con el entorno en el que vive, está mejor adaptada al mismo, o le permite tener una mayor descendencia con posibilidades de sobrevivir, tal modificación se extenderá en la población de esa especie. Si por el contrario, la “variación” limita sus posibilidades de vida o de reproducción, tal modificación desaparecerá.

Ha habido mucha confusión entre la “selección natural” de Darwin y la “lucha por la existencia” y la “supervivencia de los más aptos”, sobre todo en el ámbito social, con teorías como la de Herbert Spencer a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los conflictos en la naturaleza, sobre todo los que suceden entre los predadores y sus presas, no están sometidos a ninguna ética y pueden parecer, si se me permite el símil antropomórfico “crueles”. Estas cuestiones rozan la “selección natural”, pero no forman su constituyente fundamental.

En efecto, las gacelas tienden a huir de los leones. Generaciones de gacelas corriendo delante de los leones han producido unos animales que, evidentemente, son muy rápidos. El proceso de selección natural no se produce por el hecho de la “brutalidad” (vuelvo al símil antropomórfico) que supone el destrozo de la gacela cazada por el león. La gacela que tenga una variante que le permita correr más y mejor, vivirá más, se apareará más y dejará más descendencia. Su variación habrá sido “adaptativa” y perdurará en su especie. El resultado final es que las gacelas que existen hoy en día... son muy rápidas. Las modificaciones que, en sentido contrario, producen individuos menos adaptados para el entorno de su grupo no prosperan por la misma razón.

Lo que desconocía Darwin era el mecanismo interno que permitía las variaciones, luego llamadas “mutaciones”, y su propagación en la descendencia de los individuos portadores. El mecanismo lo descubrió, en su misma época, un monje agustino centroeuropeo llamado Gregor Mendel. A pesar de ser contemporáneos, Darwin y Mendel se desconocieron; pero la síntesis de ambos planteamientos posibilitó en el siglo XX formar el cuerpo teórico que permitió elevar la Biología a la categoría de Ciencia en el mismo sentido que Copérnico; Galileo y Newton lo hicieron para las ciencias físicas en los siglos XVI y XVII.

Si a estas alturas del artículo queda todavía algún lector con interés en seguir, le indicaré que las breves reflexiones anteriores han sido provocadas por la lectura de un libro que me ha parecido una excelente divulgación de las teorías de la “evolución” y de la “selección natural”. Divulgación muy necesaria, sobre todo a día de hoy en que se escuchan muchas voces que ponen en duda, sin ningún fundamento, los planteamientos de Darwin y de quienes se reclaman de su pensamiento, para volver a posiciones en las que se precisa la intervención de una mente “diseñadora” en cada paso del proceso “evolutivo”. Por no hablar del movimiento “creacionista” que, sobre todo en Estados Unidos, reclama la realidad científica de la creación directa del mundo por Dios, según lo narra el libro del Génesis.

La obra en cuestión se titula “Darwin y el Diseño Inteligente. Creacionismo, Cristianismo y Evolución” (Madrid 2007). Su autor es un eminente biólogo, el profesor Francisco J. Ayala, actualmente profesor del departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California, en Irving. Está publicado por Alianza Editorial.

El libro me ha parecido una de las mejores aproximaciones divulgativas que conozco a este asunto. Lo he leído con sumo interés y, espero, provecho. Tal vez parezca muy osado hacer de “divulgador” de un asunto en el que no soy especialista, pero precisamente por eso, por no serlo, lo he agradecido mucho y lo quiero compartir. Sirvan estas líneas para “divulgar al divulgador”; por cierto divulgador de primer orden, que es Francisco J. Ayala.

27 agosto 2007

MÚSICA Y POLÍTICA

La Quincena Musical constituye la cúspide de los eventos musicales que a lo largo de cada año acontecen en Donostia. El pasado jueves 23 de agosto asistí a un recital de la soprano fiterana María Bayo, incluido en su programación.

Cuando, hace meses, se presentó el programa general y encontré su intervención no dudé en el interés del concierto. En la presentación aparecía, textual y exclusivamente: “obras de G. Bizet, H. Berlioz y selección de zarzuela”.

Una persona amiga, ya me había indicado desde Bilbao sobre la precariedad del programa que María Bayo realizaba en esta temporada. Y, además, de su sesgo político. También conocía algunas críticas desde Catalunya, concretamente del festival de Perelada.

Al llegar al auditorio Kursaal y leer el programa completo, intuí una primera parte interesante y una segunda, en cierto modo, “folklórica”. En efecto, la primera obra del programa era la superclásica, en todos los sentidos del término, “Sinfonía en Do Menor” de George Bizet con orquesta limpia, sin voz. Una preciosidad.

A continuación, dos obras de Berlioz, ahora sí, con María Bayo. La primera, una exquisita aria de la ópera “Béatrice et Bénedict”, creo que maravillosamente cantada; la segunda, un Bolero de “Zaide” que encaja a la perfección en lo que se conoce habitualmente como “españolada” y que, aunque no soy crítico musical sino un simple aficionado, me pareció muy pobre.

En mi opinión, la segunda parte del recital ofreció también un escaso balance, sobre todo desde el punto de vista de la programación seleccionada. La piezas orquestales de Jerónimo Giménez insertas en la primera línea del nacionalismo musical español del siglo XX, los intermedios de “Las Bodas” y “El Baile de Luís Alonso” respectivamente, son fragmentos de una buena factura y agradables de escuchar. Por el contrario, la música de la Obertura de “La Marsellesa” de Ruperto Chapí me pareció fuera de lugar. Obligar al público donostiarra al trágala que supone el escuchar el himno nacional francés y uno de sus cánticos emblemáticos como es el: “Ah ça ira, ça ira, ça ira...” en una pobre orquestación, es muy triste. Por lo que corresponde a las obras cantadas en esta segunda parte... demasiado “folklore” (en el peor sentido de la palabra) también. Posiblemente con la excepción cubana de “Cecilia Valdés”.

Sobre este concierto se me ocurren dos reflexiones que se superponen. Una, puramente musical, en la que aprecio un programa que desmerece tanto de la propia María Bayo, como de la Quincena Musical de Donostia. En este sentido recuerdo un precioso recital en el Victoria Eugenia en el que interpretó los “Cuatro líeder” de Richard Strauss; difícilmente olvidaré la primera ópera que le escuché en el Arriaga bilbaíno, “El Barbero de Sevilla”, y tantas otras a lo largo de su carrera. Recuerdo, también, un recital en el Baluarte de Iruñea con música de zarzuela del siglo XVIII, música española también pero alejada de ese género seudofolklórico que se ha denominado como “españolada”; y bastantes otras.

Cuando se prepara un programa musical no se puede hacer abstracción de la realidad social y política en la que se va a producir el evento. La música española me puede gustar igual que la italiana, checa o vasca, siempre que sea buena. Pero cuando se propone un programa mediocre, y esta es la segunda reflexión, en la que en la actual situación de Vasconia lo único que se enaltece es el nacionalismo, a través de las ya citadas “españoladas”... pues qué quieren que les diga: no me gusta. Y, además, me parece una provocación gratuita.

25 agosto 2007

LEWIS MUMFORD

Acabo de terminar la lectura de un libro, muy largo, que me ha parecido genial de principio a fin. Lo he leído en su edición francesa aunque la original es en inglés y desconozco si hay edición en español. Se trata de “The City in History” (”La cité à travers l’histoire”) de Lewis Mumford.

Es un libro de casi 800 páginas en la que el autor hace un recorrido erudito, serio y muy ameno, sobre esa institución básica para las sociedades humanas, por lo menos desde el Neolítico, que es “la ciudad”.

La obra transcurre por fases diversas. El estudio de las ciudades antiguas (egipcias, mesopotámicas etc.) y clásicas (griegas y romanas) resulta muy instructivo y profundo, sin dejar de ser atractivo en todo momento. Su acceso al medioevo no sólo sigue siendo de gran interés, sino que cada vez se contempla como más próximo a nuestra realidad actual, y el autor no lo oculta. En la ciudad medieval se perfilan ya muchos de los caracteres de la moderna.

Mumford da el salto al Renacimiento y al Barroco con una todavía más clara perspectiva de la realidad “presente” (en este sentido hay que considerar que el libro fue escrito en 1965). Su planteamiento de la organización urbana en ambas etapas está hecho de un modo particularmente didáctico con referencias, por supuesto también fotográficas, a tramas urbanas que hoy siguen existiendo (sirve Washington como ejemplo), o a ciudades diseñadas en etapas más recientes pero inspiradas en su visión.

Cuando Mumford se adentra en la realidad “carbonífera”, es decir la de la “revolución industrial” (siglo XIX) y en todos los problemas relacionados con la energía y el transporte propios del XX… no tiene desperdicio. Es de una actualidad increíble, sobre todo pensando en la fecha de su escritura.

Su punto de vista está muy relacionado con la forma de concebir las relaciones humanas y urbanas planteada por los anarquistas clásicos (Kropotkin, desde el pensamiento social o Howard, desde el urbanístico, con su Idea de “ciudad jardín” por ejemplo), pero también de los urbanistas canónicos más importantes y clásicos del siglo XX, como Le Corbusier.

Su perspectiva humana y de una ecología seria y profunda se adelanta en más de 30 años a posiciones que hoy, con razón, pasan por “modernas” y “progresistas”.

La obra merecería un estudio profundo y serio, para el que no dispongo de tiempo ni me siento capacitado. En la web he encontrado una tesis doctoral en español dedicada a nuestro personaje y también me parece de gran interés.

En resumen, se trata, en mi opinión, de un clásico de la literatura sociológica de primera fila. Altamente recomendable para los interesados en la evolución actual de la sociedad humana y sus perspectivas ¿de futuro?

Publicado en Alenarte:

05 agosto 2007

REFLEXIONES TRAS LA RESACA

Tras los acontecimientos políticos acaecidos en la última temporada en la CFN quisiera plantear, a quienes tengan la paciencia de leer este texto, las tres reflexiones siguientes:

Primera reflexión:

Como estaba cantado, en el caso de la CFN ha prevalecido el interés Nacional (así con mayúscula) y estratégico de los españoles sobre cualquier otra consideración de orden táctico (electoral o administrativo). El problema de la estabilidad de su nación, en la que nos incluyen sin remisión posible, y de su Estado, por lo menos tal y como ellos lo conciben, tiene como eslabones más débiles a los Países Catalanes y a Vasconia.

Los estrategas de España conocen perfectamente que el llamado “problema vasco” es, en su raíz, la “cuestión navarra”. La conquista de Navarra planea todavía como una etapa abierta, como una cuestión no resuelta definitivamente por su Estado. Aun permanece como una sociedad no asimilada. Y la temen.

Mal que bien pueden contemporizar con las veleidades “independentistas” de una ERC sin rumbo claro y, mucho mejor por supuesto, con todos aquellos cuya misión es “cautivar a España”, dentro de ella, también por supuesto. Con quien no pueden contemporizar es con una Navarra, máxima expresión política de los vascos, como Estado independiente en Europa. Conocen la potencialidad que este planteamiento conlleva y saben que el despertar de esa conciencia en toda Navarra conducirá a su emancipación.

Segunda:

Sufro cuando escucho a personas próximas (afectiva y políticamente) que desde la actual CAV se “compadecen” de los “pobrecitos navarricos”, cuando no simplemente “pasan” de ellos (que se lo guisen y se lo coman solicos). Parece que Navarra no va con ellos, que es otra galaxia.

Este planteamiento me parece irresponsable en la mente de cualquier persona que sienta realmente a Vasconia y considere a Euskal Herria como su patria, de cualquier bizkaitarra discípulo de Arana Goiri. Aunque ellos opinen que Navarra es, simplemente, un “herrialde” más.

Cuando nuestras potencias ocupantes conocen perfectamente el alcance de la “cuestión navarra” parece imperdonable la ignorancia que manifiestan en su casi totalidad quienes pretenden constituir la actual “clase política vasca”. La verdad es que, muchas veces, el escucharles me genera malestar y me rebelo cuando oigo aquiescencias propias a las afirmaciones españolas de que “los vascos nunca habéis sido independientes”, o que “nunca habéis tenido un Estado”.

Quienes vemos a Navarra como la estructura política internacional futura de los vascos en Europa y el mundo en general, lo hacemos pensando en la necesidad que tenemos como pueblo, como sociedad, de un Estado independiente. Lo necesitamos para sobrevivir, mantener y recrear nuestro patrimonio, y de ser sujeto en el mundo con nombre y apellidos propios.

Sabemos que la cultura política de nuestra sociedad fue fraguada por haber sido un reino (Estado) independiente, y también que su existencia permitió el mantenimiento de señas de identidad tan importantes como el euskera. Si hoy en día hay una voluntad política de independencia en Euskal Herria es porque existe esa cultura política forjada por la existencia histórica del Estado propio y de sus retazos posteriores manifestados a través del “Sistema Foral”. Arana Goiri bebió de esas fuentes, las asimiló en parte y las formuló políticamente, aunque de modo incompleto y descentrado, con gran mérito. Pienso que tan grande es el mismo que quienes reclamamos hoy el Estado navarro, posiblemente no lo haríamos de no haber existido previamente sus planteamientos.

Y tercera:

Me comentaban el pasado viernes 3 de agosto en Iruñea, desde posiciones de NaBai, que la decepción ante la postura del PsoE y de la situación creada, no tenía otra salida que la que supone alcanzar la “mayoría absoluta”. Con todo el respeto y admiración que me merecen creo que su forma de plantear la presente situación exige una puntualización.

Efectivamente, necesitamos de una “mayoría absoluta”, pero en el actual sistema político español, generado de la “transición”, se han hecho las cosas de manera que esto sea imposible. Por debajo de lo que aparece hoy en día como “política” existe una base, una capa, en la que se expresa la correlación de fuerzas sociales real. Lo que se conoce hoy como “política” es un pálido reflejo de la misma. Esa realidad de las fuerzas sociales en conflicto y su utilización con mejor o peor fortuna y voluntad según sus protagonistas, definió la Constitución española de 1978. Y sigue evolucionando y actuando en el presente.

Es cierto que necesitamos alcanzar esa “mayoría absoluta”. Es más, si supiéramos utilizar realmente la potencialidad social y política de nuestro pueblo, podríamos forzar a quienes nos controlan y dominan a cambiar esa otra “política” y sus (marcadas) reglas de juego. Pero para eso hay que hacer Política propia en un sentido profundo. Pienso que podemos alcanzar esa “mayoría” pero para ello hay que sentarse y analizar todas las posibilidades que nuestra sociedad presenta para erigirse en sujeto político y plantear la confrontación real en su nivel radical. Hay que debatir seria y democráticamente qué debemos hacer y cómo. Hay que definir una estrategia para salir de la crisis en la que estamos sumergidos. Sólo así creo que alcanzaremos esa “mayoría absoluta”. Como lo ha sido y se está manifestando en tantos otros lugares de Europa, desde Montenegro hasta Escocia.

Como aportación, pienso que el objetivo de nuestra (re)constitución en Estado independiente es el objetivo estratégico básico para la elaboración de una política democrática a la altura a de las necesidades del momento presente. Espero que las antecedentes reflexiones “tras la resaca”, contribuyan a la concreción de este debate.