15 enero 2007

SOBRE IFNI Y SAHARA

El que suscribe realizó, obviamente forzado, su servicio militar en el Ejército español en el territorio denominado entonces como África Occidental Española (AOE), es decir en el más comúnmente denominado Sahara español. Mi estancia en el territorio duró desde mediados de julio de 1973 hasta septiembre de 1974.

He leído con sorpresa la siguiente carta publicada el 15 de enero en Diario de Noticias, firmada por José Santana y Santana y que llevaba como título "Iniciativa de veteranos de Ifni y Sahara":

"A través de Internet, un grupo de ex soldados veteranos, voluntarios y de reemplazo, que cumplieron con sus obligaciones militares en la antigua África Occidental Española en los Territorios de Ifni y Sahara, han puesto en marcha desde hace varios meses una iniciativa con el objeto de hacerle llegar al ministro de Defensa una solicitud para que le concedan una medalla conmemorativa .
Por considerar que las condiciones de dureza, privación y sacrificio de variada índole con que cumplieron con su servicio militar, distinto a cualquier otro, y en defensa de los intereses de España en aquellas provincias africanas, deben ser reconocidas.
Hacen un llamamiento a sus compañeros de mili, y especialmente a los de esta provincia, para que se adhieran a dicha petición. A los interesados en conocer los detalles de la misma pueden ponerse en contacto a través del correo electrónico a: iniciativamedalla@hotmail.com, donde se les enviará el impreso correspondiente y demás información sobre el proyecto, el cual está teniendo una excelente aceptación entre los compañeros de otras provincias."

Al respecto quiero puntualizar que:

1.- La inmensa mayoría de las personas que allí cumplimos el servicio militar fuimos obligados y de los que, por lo menos en mi reemplazo, fuimos de Navarra puedo constatar que lo hicimos con absolutos disgusto y pesar. Esto no sólo por las condiciones físicas de instalaciones e higiene, ni por el secuestro personal que aquella “estancia” supuso para nosotros, sino también y, sobre todo para algunos, por el papel colonialista del ejército en el que “participábamos”.

2.- Estando de acuerdo en lo referente a las condiciones de “dureza, privación y sacrificio”, he de añadir que “los intereses de España” en “aquellas provincias africanas” eran de colonialismo puro y duro. Nunca me he sentido partícipe de “los intereses de España” en general y mucho menos allá y en aquellos tiempos. Seguir afirmando hoy, en 2007, que aquellas eran “provincias africanas” indica todo de la mentalidad imperial de quien lo escribe.

3.- Me parece una falta de respeto hacia Navarra pretender incorporarla a la iniciativa de solicitud de “una medalla conmemorativa“ al ministro (español) de defensa acogida con “excelente aceptación” por “otras provincias”. Navarra fue, 500 años antes que el Sahara, territorio conquistado por el ejército castellano y todavía sigue bajo su dominio. Sería un sarcasmo que nosotros, desde una nación dominada por Castilla-España pretendiéramos obtener de la potencia colonial el reconocimiento por haber participado en otro episodio más de su negra trayectoria histórica.

4.- Deploro y condeno la actitud española en la cesión de su dominio colonial sobre el Sahara Occidental a Marruecos y deploro y condeno igualmente el poder colonial que Marruecos sigue ejerciendo sobre el mismo tras la vergonzosa fuga del Ejército español.

05 enero 2007

LA RAZÓN 102

No creo ser muy original titulando de esta forma la glosa de un libro que lleva por título “Cien razones por las que dejé de ser español” y cuyo autor, Josemari Esparza Zabalegi, expresa la que denomina “Razón 101” a modo de introducción. Para nosotros, los navarros del siglo XXI que queremos sobrevivir como sociedad diferenciada, concurrir con nuestras aportaciones al acervo cultural del mundo y ser felices en lo posible en este planeta tan complicado, existen una ingente cantidad de razones para que reclamemos nuestra mayoría de edad, nuestra emancipación, nuestra independencia en suma.

Para quien escribe estas líneas, la existencia del propio libro de Esparza constituye algo así como “la razón 102”. Cada uno podrá aportar, luego, las suyas; tanto las estrictamente personales como otras más generales. En todo caso me gustaría respetar como “la razón 102” precisamente la idea del libro y su realización.

Entre otras cuestiones, me he sentido identificado con el libro por varios motivos, sobre todo dos: la comunidad de vivencias de nuestros recientes antepasados (guerras de los siglos XIX y XX, formas de percibir el final del carlismo y la etapa foral etc.) y la pertenencia, por edad y experiencias, a su misma generación.

Desde mi punto de vista es un acierto el haber conseguido los tres textos iniciales, uno en cada una de las lenguas más habladas en el territorio del Estado español además de la oficial: el castellano o español. Los prologuistas son escritores de calidad y comprometidos con sus respectivos idiomas y culturas: el gallego Xosé Luis Méndez Ferrín, el euskaldun Joxe Azurmendi y el catalán Víctor Alexandre.

La obra se divide en cinco partes que clasifican los tipos de argumentos: “Las razones que me contaron”, “Las razones que viví”, “Las razones que guardaban los libros”, “Las razones del extranjero” y “Las razones que sobraron el vaso”. Son claras y autoexplicativas y, además, sirven como guión que facilita su lectura.

En su conjunto se percibe un libro hecho con la cabeza pero desde las vísceras. Es una obra en la que el corazón expresa todos sus sentimientos, donde se ligan de forma natural las vivencias personales, las experiencias de su (nuestra) generación, la memoria familiar y grupal, con la actitud de un curioso y ávido lector de todo lo escrito referente a nuestro país en cualquier época y por cualquier viajero o intelectual extranjero.

Es difícil destacar algunas de las “razones” que esgrime Esparza. A mi me ha gustado mucho la 90 (“El puzzle europeo”); me ha parecido una reflexión muy completa y podría ser una especie de resumen del mensaje del libro.

En general “Las razones que sobraron el vaso” y la “Razón 101” de la Introducción, son las que demuestran el hastío y el enfado, por no decir el inmenso cabreo, que acumula(mos) Josemari Esparza y tantos otros que vemos ocultado, menospreciado, tergiversado nuestro patrimonio, nuestra forma de ser y de estar en el mundo, por cuatro manguis (en sentido estricto también) autóctonos que son mamporreros de los estados que llevan siglos aplicados en la tarea de nuestra integración o, sencillamente, de nuestro exterminio.

Sus vivencias y experiencias personales, familiares y grupales sirven de referencia para las propias del lector, por lo menos para aquel que está en la misma onda que la tesis del libro. Algunas pueden ser paralelas o semejantes a las de Josemari Esparza, otras bastante distintas, pero siempre enriquecedoras y necesarias para el conocimiento de nuestra realidad actual.

En “Las razones que guardaban los libros” Esparza ha hecho un espléndido recorrido por la abundante bibliografía, tanto favorable como contraria, referida a nuestro pueblo. Un trabajo de “chapeau”, a la par que muy útil para consultas y citas rápidas. Algunas de ellas han constituido para mí auténticas primicias, pues las desconocía.

De “Las razones del extranjero” se pueden extraer conclusiones muy interesantes de “casi” todos, incluidos por supuesto de las de “los españoles que nos quieren mal”. A continuación explico el “casi” anterior: se refiere a Mark Kurlansky. En la razón 68 (”La mirada angloamericana”) Esparza le cita y de su archifamosa obra “The basque history of the World” (“La historia vasca del mundo”) extrae la siguiente afirmación: (los vascos) “son un pueblo mítico, casi un pueblo imaginario afincado en siete territorios, a banda y banda de los Pirineos, constituyen una contradicción desconcertante: son la nación más antigua de Europa y no han formado nunca un estado”. Creo que un libro tan claro y comprometido como el de Esparza debería haber puntualizado y corregido a Kurlansky. Se me ocurre algo así como: “señor Kurlansky los vascos podemos ser un pueblo mítico y la nación más antigua de Europa, los vascos es evidente que estamos en ambas bandas de los Pirineos, pero de la misma forma es también evidente que hemos constituido un Estado que ha durado muchos siglos y que ese Estado se llama Navarra”.

Es evidente que en los aspectos históricos la obra de Kurlansky deja mucho que desear. Que diga, por ejemplo, en la página 51 de la traducción española: “estos vascos de Navarra contribuyeron a crear el país que los vascos verían un día como su principal problema: España”; o en la página 84, que (en 1521) “Navarra fue recuperada (para Castilla) con rapidez y jamás volvería a ser considerada un país”; o, en la 265, que el PNV “tampoco reivindica una independencia total, de la que los vascos no han gozado desde el tiempo de los romanos”, expresan un desconocimiento lo suficientemente importante de nuestra historia como para no ser tenido en cuenta como referencia seria.

En cualquier caso, el libro de Esparza es una joya. Aparte de otros muchos valores, Josemari escribe como los ángeles, en la hipótesis de que los ángeles escriban, ya que si lo hicieran se supone que lo harían “sin mácula”. Es un libro que se lee con avidez, a pesar de no tener un argumento de misterio, aunque el asunto, en su conjunto, sea muy negro, casi de “novela negra”.

Para resumir, se trata de una obra de necesaria lectura. Para tirios y troyanos, para gentes del oriente, que se verán reflejadas muy a menudo, y gentes del occidente, a las que vendrá bien conocer y “aprender” diversas formas de ser vasco y otros caminos para acceder a una conciencia nacional diferente de las “oficiales” española y francesa.

"Cien razones por las que dejé de ser español"
Josemari Esparza Zabalegi
Tafalla 2006
Editorial Txalaparta