30 noviembre 2006

NABARRALDE.COM

Con este título se publicó a finales de 2003 una antología de textos escritos en el entorno de Nabarralde durante los años 2002 y 2003. Ahora, a finales de 2006, se presenta una segunda entrega de Nabarralde.com.

Desde finales de 2003 Nabarralde ha experimentado un importante crecimiento, tanto cuantitativo (número de promotores por ejemplo), como cualitativo (página web, publicaciones, cursos y otras actividades, etc.) y se ha pensado en la conveniencia de presentar el segundo Nabarralde.com.

En esta ocasión su planteamiento es diferente. En su primera entrega era un medio para que los promotores sin acceso a la web, pudieran tener en papel impreso los textos más importantes servidos por los creadores de contenido y colaboradores en general de Nabarralde. Hoy pensamos que mediante la publicación mensual Nabarralde, con formato de periódico, se cubre la faceta de la divulgación impresa de los textos más relevantes publicados en nuestra web, por lo que en el nuevo libro se recogen formas de ver, de interpretar y de buscar proyección a Nabarralde, que no han sido publicadas previamente, es decir que son primicia.

Para confeccionar esta segunda entrega se ha solicitado su colaboración a los creadores de contenido de Nabarralde habituales. Por muy variados, y comprensibles, motivos no todos han podido participar en su elaboración. No obstante, el conjunto forma una visión bastante completa del variado mundo que integra nuestro proyecto, tanto desde el punto de vista las perspectivas desde las que se analiza, como de las personalidades de sus autores.

Nabarralde, como proyecto, se enmarca en la perspectiva de la recuperación de nuestra memoria histórica y patrimonio en general; de los retos que tiene planteados cualquier sociedad en el mundo actual; de las acuciantes necesidades que se perciben en todos los campos: sociales, lingüísticos, culturales y económicos. En resumen, se enmarca en la necesaria reflexión sobre la exigencia que la Vasconia histórica, la Euskal Herria lingüística y cultural, tiene de acceder a su emancipación política para poder afrontar los retos y necesidades actuales con personalidad propia en el mundo, y desde Europa concretamente, por medio de la recuperación de su Estado histórico: Navarra.

Desde su comienzo Nabarralde ha planteado que Euskal Herria y Navarra, Navarra y Euskal Herria, son dos denominaciones para la misma sociedad, el mismo pueblo. Los Vascones crearon una entidad política, el reino de Navarra, que permitió que Euskal Herria, el pueblo de los vascos, llegara a la modernidad con su lengua y cultura en un estado, si no de plenitud debido a las sucesivas conquistas y minoraciones, sí con suficiente vigor para que su futuro pudiera tener un horizonte distinto del de su asimilación y desaparición en las naciones que la dominan.

Los estados que nos conquistaron se han preocupado muy bien, y se siguen preocupando mejor, de ocultar y tergiversar nuestro patrimonio e historia para, de esa forma, mantenernos en una sumisión “no rebelde”. Han impuesto las particiones territoriales que sufrimos, enseñando en cada una de ellas “partes” de un patrimonio y una historia que sólo cobran sentido en su conjunto. Los españoles aceptan, con muchas reticencias, que en su “Comunidad Autónoma del País Vasco” se hable euskera, pero no que en su día fueran parte del Estado navarro y que su derecho sea sucesor del mismo. Los españoles aceptan en su “Comunidad Foral” que Navarra fue un reino medieval independiente, pero, eso sí, “hispano” o, por lo menos, con “vocación española”. Pero reniegan de su lengua, el euskera y cultura. Los franceses no aceptan políticamente casi nada, salvo que, hasta la Revolución de 1789, sus reyes lo eran “de Francia y de Navarra”, con lo que reconocen la independencia previa y originaria de Navarra, pero hoy niegan lengua, cultura e historia; para ellos sólo existen “la nation française et le peuple français”.

Desde Nabarralde pensamos que es hora de que nuestra sociedad tome conciencia de la necesidad de acceder a su emancipación, a una mayoría de edad real en el contexto mundial, a la necesidad de ser sujeto en las relaciones internacionales, en suma, de tener Estado propio. Sólo así podrá tratar de resolver con efectividad, y alta probabilidad de éxito, sus problemas, retos y necesidades y de participar solidariamente en los globales. En ambos casos, lo hará con nombre y apellidos propios y no con los de nuestros “tutores”.

En el número dos de Nabarralde.com se presentan 20 colaboraciones de muy diverso contenido y enfoque. Desde cuestiones sumamente concretas como la curiosa e interesante evolución de nombres de calles y plazas de Josu Tellabide a la certera crítica de Peio Iraizoz al planteamiento de los responsables de “cultura” (“incultura” dice Iraizoz) y patrimonio de la CFN sobre el solar del por ellos destruido frontón Euskal Jai en Iruñea. Aparece, como no podía ser menos, el papel de la “memoria histórica” más reciente en artículos como los de Iñaki Egaña y José Luis García de Falces y la más antigua en los de Jean Louis Davant, Joseba Asirón, Iñaki Sagredo y el del grupo “Euskal Herria / Nafarroa” ekimena. Sobre nuestra lengua y el sistema educativo y sus avatares están los de Joxe Manuel Odriozola y Mirari Bereziartua, por un lado, y el de Pedro Esarte, por otro.

Angel Rekalde y Luis Martínez Garate reflexionan sobre cómo se enfoca, desde Nabarralde, el papel de la historia en la formación de la conciencia de las sociedades y de sus posicionamientos ante los retos actuales respectivamente. Aparecen asimismo las muy interesantes consideraciones personales que sobre Nabarralde realizan Josu Sorauren y Patxi Zabaleta. Mikel Sorauren analiza, en un amplio trabajo, las perspectivas de futuro en los tres ámbitos en que los navarros nos encontramos implicados: el mundial, el europeo y el propiamente vasco-navarro.

Txente Redondo y Joxerra Bustillo examinan y valoran las distintas vías que han seguido, y siguen, las diversas naciones de nuestro entorno que aspiran a su independencia, a constituir su propio Estado. Bustillo incluso indica vías que podrían ser transitables para nosotros en ese camino. Gabirel Ezkurdia lanza, por su parte, un vibrante y optimista alegato en pro de nuestra independencia como una necesidad inevitable, como garantía de un modo de vida mejor para nuestro pueblo y para ejercer nuestra solidaridad en el mundo.

Considero que esta publicación es una antología resumida de las distintas sensibilidades que conviven en Nabarralde, no todas posiblemente pero sí lo suficientemente representativas, que asumen un planteamiento que se aleja del cortoplacismo y que piensan que, si por un lado necesitamos la independencia política, por otro creen que ésta debe lograrse a través de la referencia al Estado histórico de los vascos, a Navarra.

17 noviembre 2006

SOBRE LA JUSTICIA Y EL EJERCICIO DEL PODER

Recientemente (1 de noviembre de 2006) publicaba Noticias de Gipuzkoa un artículo de Endika Zapirain con título “En Euskadi, tribunales vascos”. En el mismo se desarrollaba la necesidad de la existencia de tribunales vascos propios, de su constitución por personas de reconocido talante democrático, de su referencia a Europa como única instancia superior y otras consideraciones de menor entidad.

En el artículo citado, por un lado se cuestiona la constitución democrática de la judicatura española y se expone su parcialidad nacional cuando se trata de juzgar asuntos vascos, en los que casi siempre dictamina en contra de nuestro país; pero, por otro, no se trata de la legislación (origen, forma de construirse, método de aplicación, jurisprudencia etc.) sobre la que esa judicatura ha de dictar sus sentencias.

En primer lugar, y aun a fuer de ser reiterativo con relación a otros escritos míos anteriores, me agradaría que el señor Zapirain explicase qué entiende por Euskadi. Si se refiere sólo a la actual Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV) constituida dentro de la organización territorial y política del Estado español y bajo su legislación, no tengo nada que objetar a su planteamiento ..., salvo que “esa” no es mi nación y que creo que tampoco es “La Nación Vasca” tal y como se ha formado y ha sido considerada históricamente. Si se refiere al conjunto social y territorial que definió Arana Goiri con el neologismo de Euzkadi, entonces el señor Zapirain no debería tratar sólo del “Concierto Económico”, ni del llamado “Gobierno Vasco”, ni del “máximo representante ordinario del Estado” (supongo que se trata del lehendakari y del Estado español), así de simplemente. Tendría que hablar, además, del “Convenio Económico” de la Comunidad Foral de Navarra (CFN) y de la desintegrada organización económica y tributaria de los territorios colonizados por el Estado francés; debería de considerar al “Gobierno de Navarra” y a su propio lehendakari o presidente y a prefectos y otras zarandajas que ejercen su “autoridad” por las tierras del norte.

Todo ello haría un poco más complicada la constitución de esos “Tribunales vascos” que reclama Zapirain, ya que tendrían que amoldarse a muy diversas legislaciones y estructuras de poder en general, difíciles de homogeneizar, salvo que encontráramos una varita mágica o piedra filosofal para el campo de la organización sociopolítica. En la hipótesis optimista de que Zapirain considere Euskadi como equivalente a la Vasconia histórica y de que la “no presencia” en su reflexión de todos los aspectos relacionados con la CFN y la Vasconia Aquitana bajo el imperio francés sea debida a un “olvido transitorio”, nos encontramos con una simplificación tan enorme de la cuestión que impide una aproximación real y positiva a la misma y a sus posibles soluciones.

No obstante, aun encarando el problema en toda su crudeza y complejidad, hay un instrumento que permite que exista un “poder” real del que se derivan diversos “subpoderes”: uno legislativo, otro judicial (“tribunales vascos” para Zapirain) y un tercero, ejecutivo; todo ello a pesar de las grandes limitaciones que se plantean para el ejercicio de la soberanía en la organización política de nuestro mundo. Este instrumento o herramienta es, en teoría, muy sencillo: el Estado propio.

Dando una vuelta más a la tuerca, vemos que es imposible, desde cualquier punto de vista, el separar en su existencia el “poder judicial” del resto de poderes: “legislativo” y “ejecutivo”. En las sociedades actuales del entorno post-Montesquieu, el poder (todo lo limitado y poco “soberano” que se quiera, pero poder al fin y al cabo) constituye una unidad en la que se pueden encontrar diversos “subpoderes”, que siempre constituyen una unidad sistémica. Legislativo, judicial y ejecutivo pueden ser aspectos o facetas del mismo, pero los tres constituyen en realidad una sola soberanía, un poder en acción: el del Estado, de modo similar a la tradicional Trinidad cristiana.

El único modo de lograr un “poder judicial” propio, que sólo tenga a Europa por instancia superior y que permita que el mundo respete a la sociedad correspondiente como diferenciada, es el acceso al estatus de nación con Estado propio. Esto implica que los poderes legislativo y ejecutivo sigan la misma vía que el judicial que propone Zapirain. Esta vía, reitero, no es otra que la consecución de un Estado independiente, de forma análoga a como lo han logrado tantas naciones europeas en los últimos años. Montenegro la última, por ahora.

Se suele afirmar con gran alegría e irresponsabilidad, sobre todo desde algunas instancias políticas de la CAV, que nuestro país, Euskal Herria, nunca ha tenido un Estado propio, que nunca ha disfrutado de una organización política independiente y en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Esto es sencillamente falso, salvo que consideremos, como indicaba al comienzo de este artículo, que “Euskadi” equivale a lo que es la CAV dentro de la actual organización política del Estado español.

Vasconia en su vida histórica constituyó un Estado independiente, que existió en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Este Estado pervivió muchos siglos; todavía hasta 1841, Navarra constituía un reino diferenciado de España. Esa es nuestra referencia, tanto histórica como de futuro. Los vascos constituimos una nación con Estado, pero que ha sido secuestrado a través de conquistas y ocupaciones de larga duración y cuya existencia, posteriormente, ha sido ocultada y tergiversada por los mismos que nos conquistaron.

Nuestra autoestima es un elemento estructural básico para el logro político de primer orden que constituye la recuperación de nuestro Estado propio. Nos jugamos el ser sujeto político en Europa y en el mundo o seguir siendo el “cero a la izquierda” que supone continuar como una “región” (mejor varias “regiones”) de los estados español y francés. Y la autoestima empieza por el conocimiento y aceptación de la propia realidad histórica y social.

La idea de Zapirain es buena, pero para ser efectiva debe abarcar todo el poder del Estado, para tener el conjunto de sus “poderes”. Sin él, será utópica, corta de miras y no tendrá capacidad para sacar a Vasconia del marasmo en que está sumergida actualmente. Los retos que se plantea actualmente la humanidad ante el deterioro de determinadas condiciones de nuestro Planeta (ambientales, derivadas del mal uso de “recursos” y de la acumulación insostenible de “desechos”, del abuso de energías fósiles formadas durante millones de años y actualmente en despilfarro, de desequilibrios y desigualdades entre las diversas sociedades y dentro de cada una de ellas etc.) exigen que nuestra participación, si quiere ser real y efectiva, tenga nombre y apellidos y tenerlos es ser un Estado. Esta es nuestra opción democrática y también, opino, la alternativa que puede lograr una pacificación y reconciliación auténticas para nuestra sociedad, así como colaborar en la democratización real de los estados español y francés, de la que tan necesitados se encuentran.

15 noviembre 2006

LA PARTE POR EL TODO

Una consideración sobre la actualidad.

El día 23 de octubre pasado en su habitual columna de los lunes en Noticias de Gipuzkoa, mi apreciado Ramón Labaien escribía un comentario sobre la imputación, por parte de la judicatura hispana, al lehendakari Ibarretxe por sus contactos con la por ellos mismos ilegalizada Batasuna. Es evidente que, ante tamaña arbitrariedad, me solidarizo con Ibarretxe y con todos aquellos que lo que pretenden es hablar y debatir sobre nuestra realidad y futuro.

Hasta aquí todo en orden. Pero... ¡Sí!, hay un pero: Ramón Labaien afirma que “...el lehendakari estará representando, ni más ni menos, a una Nación vasca imputada en bloque por la Justicia española”. Dentro de las amplias limitaciones del actual sistema político que rige en el Estado español se puede aceptar en principio que Ibarretxe represente a la parte de la población vasca que vive en las tres “Provincias Vascongadas”, hoy conocida como “Comunidad Autónoma del País Vasco” (CAV) o, en una escandalosa reducción del neologismo sabiniano, Euskadi.

Hay, no obstante, muchos otros vascos que, debido a los violentos avatares históricos sufridos y, en concreto más recientemente, al sistema político impuesto en el estado español tras la muerte del General Franco, no han votado a Ibarretxe. Son tan vascos como los que hoy reciben dicho nombre desde las instancias políticas españolas. Y a esos, se quiera o no, guste o no, no les puede representar Ibarretxe de ninguna forma. Se pueden sentir solidarios con él y apoyarle, pero viven en contextos políticos distintos. Por cierto, que ninguno de los “contextos” ni sus respectivas “organizaciones políticas” en los que (mal)vivimos los vascos ha sido libremente determinado, ni tan siquiera refrendado, por el conjunto de nuestra sociedad.

Otra sobre historia y patrimonio.

Recientemente se ha publicado un hermosísimo y muy interesante libro (Pamplona, 2006. Ed. Pamiela) de Iñaki Sagredo cuyo título “Navarra, castillos que defendieron el Reino” ya constituye toda una declaración de principios. Es de enorme importancia didáctica el mapa de la cubierta posterior en la que la ubicación de los castillos expresa un territorio que, evidentemente, coincide con la extensión territorial de Navarra, pero que coincide también con gran aproximación a los territorios en que hoy todavía se conserva abundante toponimia vasca. Parece que próximamente aparecerán otros dos volúmenes que culminarán tan importante obra.

El libro de Sagredo contextualiza, con datos documentales, cada una de las fortificaciones que relata aunque de las mismas sólo queden vestigios. Por eso está llamada a ser una obra de referencia. Une la rigurosidad histórica a la belleza y la didáctica.

Por el contrario, hay que decir que la publicación realizada por el Departamento de Cultura de Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco, escrita por Armando Llanos con el título “Defentsarako Arkitektura. Euskal Herriko Gazteluak eta Dorre Gotorrak – Una Arquitectura defensiva. Castillos y Torres Fuertes del País Vasco”, resulta triste y penosa.

El libro, con formato folleto y un CD incluido, ambos de muy bella factura, resulta decepcionante. Para su autor (espero y deseo que no sea así para los responsables de Cultura del Gobierno de Vitoria-Gasteiz), los límites de lo que él considera Euskal Herria coinciden con los de la ya citada CAV. En su obra la palabra Navarra prácticamente no aparece (cita, eso sí, la obra clásica de Julio Altadill sobre “Castillos medievales de Navarra”, sin ninguna referencia concreta a la misma) y las pocas veces que lo hace resulta, cuando menos, inadecuada.

Así, por ejemplo, en su página 20 en referencia a las fortificaciones guipuzcoanas afirma: “La construcción de buena parte de ellas, en momentos antiguos, parece corresponder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra y con la frontera natural (¡sic!) con Francia. El resto de las torres fortificadas son elementos tardíos, elevadas con motivo de las luchas de bandos entre Oñacinos y Ganboinos.”

El texto, aparte de su extraña redacción, contiene realidades parciales y descontextualizadas: 1) Afirmar que “parece responder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra” y no decir que en 1200 Castilla conquista el Duranguesado, Araba y el territorio de la actual Gipuzkoa y establece allí su frontera defensiva, si no es ignorancia es una broma. 2) Hablar de la “frontera natural con Francia”, sin ninguna reflexión sobre la realidad aquitana en su conjunto, a través de la ocupación británica que dura desde el siglo XIII hasta mediados del XV, con el final de la Guerra de los Cien Años. Ni “natural”, ni “francesa”, ni nada de nada, hasta prácticamente el siglo XVI y la consolidación de las monarquías española y francesa; de nuevo, ¿ignorancia? ¿olvido?. Y 3) Los elementos más tardíos hacen referencia, en eso estoy de acuerdo con el autor, a los conflictos banderizos; pero, ¿hasta qué punto se puede mantener que dichos conflictos nada tienen que ver con la anterior adscripción a Navarra de los territorios en que se desarrollan?

A este respecto resulta esclarecedor el texto (sin firma) de la Presentación del libro de varios autores “Los señores de la guerra y de la tierra: nuevos textos para el estudio de los Parientes Mayores guipuzcoanos (1265-1548)”, editado en Donostia-San Sebastián por Gipuzkoako Foru Aldundia – Diputación Foral de Gipuzkoa, en el que se dice “...resulta evidente la importancia del Archivo general de Navarra para profundizar en el conocimiento sobre los Parientes Mayores guipuzcoanos durante una etapa en la que la documentación castellana apenas los menciona.” Por algo será.

Y una conclusión.

Considero muy peligrosa la tendencia cada vez más extendida, por desgracia, en algunos sectores que se consideran abertzales de la CAV a considerarse a sí mismos como los “vascos” y relegar al resto al “limbo de los justos” (¡Pobres “navarricos” y “gabachos”!). Lo cual ya resulta extemporáneo en la época en que hasta la ortodoxia romana parece renunciar a defender su existencia.

Evidentemente que si a esas personas se les pone en el disparadero, rectifican automáticamente y vuelven en su discurso a la “ortodoxia” nacional. No obstante su subconsciente les traiciona con frecuencia y toman “la parte por el todo”, porque inconscientemente piensan que la “parte” es el “todo”.

¡Triste y pequeño País, al que quieren empequeñecer aún más, si cabe!